Previo al cuento [del que hay dos versiones: la común y la mía] les comento que nunca tuve ranas ni escorpiones como mascotas. En cambio, como la mayoría, tuve una perra y varios gatos cuando fui niño y vivía en una casa, y no los tengo ahora de adulto que vive en un departamento. Resulta que a varios de los gatos los vi nacer y, como hay pocas cosas más divertidas que jugar con los adorables mininos bebés incluso antes de ser destetados, mis hermanos y yo sacábamos a los gatitos de su caja/dormitorio cuando la madre estaba comiendo y... muchos deben saberlo: los gatitos antes de ser agarrados arquéan el lomo, se les ponen los pelos de punta, y gritan algo que suena a ¡ Pfff !, o sea: esos enanitos tan graciosos tratan de asustar a depredadores mil veces más pesados, y no queda otra que agarralos, hacerles mimitos, y devolvérselos a la madre varias veces hasta que dejan de hacerlo. Pues bien, eso es su instinto de supervivencia, el gatito es un depredador y no necesita aprender nada sobre nosotros [otros depredadores] para preferir que nos mantengamos alejados de ellos. Por si no lo notaron, los bebés humanos no hacen eso, nacen tan débiles que su única arma de defensa es la seducción, saben sonreir y cualquier desconocido que acerque su cabezota al bebé amenazadoramente hasta tapar todo su campo visual, para después decir alguna pavada como: "cuchi-cuchi-cuchi", va a obtener una sonrisa de parte del bebé. Tiempo después el bebé se va a ocultar de los extraños detrás de la pollera de su madre, pero para que no le hinchen los huevos, porque la gente es especialmente cargosa y pesada con los bebés ajenos, que no tienen ni idea y por lo tanto no le tienen miedo, a un eventual secuestro, o a los degenerados, o al canibalismo, o a lo que sea. De hecho, los bebés incluso nacen sin tenerle miedo a la oscuridad, y son los padres los que les meten ese miedo. En síntesis, los humanos no tenemos instinto de supervivencia, en cambio, le tenemos miedo a la muerte, pero eso es algo que aprendemos indirectamente porque antes aprendemos a amar la vida y, el individuo que no la ama, no le tiene miedo a la muerte... e incluso llega a desearla.
El cuento: Durante una inundación una rana se dispuso a cruzar su río/barrio con algo de pereza porque la crecida la estaba obligando a nadar el doble. Cuando estaba por zambullirse, escucha que la llaman, se da vuelta y ve a un escorpión trepado a la punta de un junco semisumergido y empeorando porque el agua estaba subiendo.
- ¡ Por favor ranita, llevame hasta la orilla... o voy a morir ahogado !
- Ni en pedo... sos un escorpión, tu veneno es el tercer veneno más mortífero del mundo. Modestia aparte, el peor veneno es el de la piel de una rana del Amazonas, le sigue el de la "Mamba negra" africana, y después el tuyo que es neurotóxico y mataría a un humano en tres minutos, no habiendo estudios sobre en cuánto tiempo mataría a una ranita.
- Pero me voy a portar bien, si te picara mientras me estás llevando sobre tu lomo hasta la orilla, vos dejarías de nadar, te hundirías, y yo me ahogaría.
- Mmmm... tenés razón, y todavía no hice mi buena acción del día. Dale subí. [El escorpión se le sube, la rana nada apenas medio metro, y entonces el escorpión la pica con todas sus fuerzas].
- ¡¿ Pero qué hiciste hijo de mil putas ?... ahora nos vamos a morir los dos !
- Perdón, perdón, no me pude aguantar las ganas... ¡ vos también, qué boluda que sos... ¿ qué esperabas que haga un escorpión ?!
-Ahh bueno... ahora la culpa la tengo yo, la concha de tu madre... [glub-glub-glub]. FIN.
En el libro "La rebelión de Atlas" Ayn Rand escribió esto que es una parte del famoso discurso de John Galt:
El hombre no posee un código automático de supervivencia. Lo que lo distingue sobre todo de las demás especies vivientes es la necesidad de actuar frente a alternativas por medio de una elección voluntaria. No tiene un conocimiento automático de lo que es bueno o malo para él, de cuáles valores depende su vida, ni qué curso de acción lo beneficia. Se habla mucho acerca del instinto de autoconservación, pero ese instinto es precisamente lo que el hombre no posee. Un instinto es una forma infalible y automática de conocimiento. Un deseo no es un instinto. El deseo de vivir no nos da el conocimiento requerido para hacerlo, e incluso el deseo humano de vivir no es automático: ese es nuestro mayor defecto oculto. Que ese deseo no se pueda contener, no contradice que nuestro temor a la muerte en realidad nace del amor a la vida, lo que no nos dará el conocimiento necesario para conservarla. El hombre ha de obtener su conocimiento y elegir sus acciones por un proceso mental que la naturaleza no le obliga a practicar. El hombre posee el poder para actuar como destructor de si mismo, y de ese modo ha estado actuado durante la mayor parte de la historia.
Una entidad viviente que considerase maldad sus medios de supervivencia, no sobreviviría. Una planta que se esforzara en destrozar sus raíces, un pájaro que pretendiera romper sus alas, no seguirían mucho tiempo disfrutando de una existencia a la que se oponen, mientras que la historia del hombre ha sido una lucha para negar y destruir su propia mente. El hombre ha sido llamado "ser racional", pero la racionalidad es asunto de elección, y la alternativa que su naturaleza le ofrece es ésta: ser racional o animal suicida, y el hombre ha de ser hombre por elección, ha de conservar su vida como valor por elección, ha de aprender a sustentarse por elección, ha de descubrir los valores requeridos y practicar sus virtudes también por elección.
Sólo un código de valores aceptado por elección puede ser un código moral, y al resto vivo que aún sigue sin corromperse en su interior les digo: existe una moralidad de la razón, una moralidad adecuada al hombre, y la vida humana es su pauta de valores. Todo lo que resulta adecuado para la vida de un ser racional, es bueno y, cuanto la destruye, es malo.
La vida humana por naturaleza no es la vida de un bruto sin mente, de un rufián saqueador, ni de un místico furtivo, sino la de un ser que piensa en su propia vida vivida gracias a su esfuerzo en vez del fraude, en la vida basada en sus propios logros y no en una supervivencia a cualquier precio, puesto que sólo existe un activo moral para la supervivencia humana: la razón. La vida del hombre es la norma de toda moralidad, y si la existencia sobre la tierra representa su objetivo, deberá elegir sus acciones y valores según la pauta de lo que es adecuado con el propósito de conservar y disfrutar ese irreemplazable valor que es su vida, y como la vida requiere un curso de acción específico, cualquier otro que se siga la destruirá: Un ser que no considere su propia vida como motivo y meta de sus acciones, actúa basándose en la norma y el motivo de la muerte. Semejante ser es una monstruosidad metafísica forcejeando para contradecir el hecho de su propia existencia, corriendo demencialmente por un camino de destrucción, incapaz de todo, excepto de causar dolor.
La felicidad es un estado triunfal, mientras que el dolor es un agente de la muerte. Se trata de un estado de la conciencia que sobreviene tras hacer triunfar a sus propios valores, y lo opuesto, o sea, considerar "moral" la renuncia a obtener sus metas, es una insolente negación de la moralidad. Una doctrina que proponga como ideal el papel de animales para el sacrificio, buscando la muerte en los altares de otros, fija a la muerte como norma y al sufrimiento como un ideal. Absolutamente en contra de esto, la realidad es que cada hombre constituye un fin en si mismo, para obtener su propia felicidad sin arrebatársela ni exigírsela a otros, constituyendo claramente su más alto propósito moral: ser feliz sin perjudicar a terceros. La felicidad no puede conseguirse persiguiendo caprichos irracionales, aunque el hombre es libre para intentarlo, pero perecerá a menos que viva como su naturaleza lo requiere, obviamente muchos han buscado su felicidad en varios tipos de fraudes insensatos, pero estos sólo hallaron la tortura del fracaso: quién más ha sufrido no acumula mayores méritos morales que quién supo evitar el sufrimiento. El propósito de la moralidad no es el de los misticismos que enseñan a sufrir y a morir, sino a disfrutar y vivir.
Ayn Rand está opinando en general sobre la mentalidad oficial políticamente correcta, estatista, socializante, y cristiana [en síntesis: los pobres, los fracasados, y los mediocres, son siempre buenos y nobles, mientras que por el contrario, los exitosos son culpables de algo, y disfrutar de sus éxitos los convierte en inmorales], mentalidad que para ella... ¡ estaba destruyendo a U.S.A. !, sin que por entonces tuviese ni la menor idea de lo que años después de su muerte andarían haciendo los islamistas.
Bien, yo he elegido a este fragmento del discurso de John Galt, porque no tengo dudas sobre que los religiosos, filósofos, y políticos musulmanes lo han leído, para después ponerse puntillosamente, paso a paso, a hacerlo todo al revés.
Ya sabemos lo que hizo Al Qaeda el ahora famoso 9-11 [a medias: ¿ el avión que atacó el Pentágono se desintegró con el impacto ?... bueno, eso es imposible], pero no sabemos los motivos de los suicidas, y de saberlos no los entenderíamos. Como tampoco entendemos la mentalidad de los políticos y militares estadounidenses que armaron a Al Qaeda por aquello de "el enemigo de mi enemigo, es mi amigo" [y yo les hubiese preguntado: ¿ van a ser socios de Osama bin Laden, aunque se trate de un escorpión ?] incluso aunque el ataque de Al Qaeda en U.S.A. no fue utilizando armas sino aviones comerciales, Osama bin Laden atacó a su ex-socio sin que haya mediado ninguna imaginaria traición de U.S.A. que lo justifique, y antes otros musulmanes atacaron dos veces en Argentina... ¿ y nosotros qué mierda les hicimos ?
El cuento no tiene un final feliz porque el escorpión se muera, lo que era inevitable porque siempre dependió del escorpión. Bueno, Osama bin Laden hizo lo posible por esconderse, les hizo gastar una fortuna a los yankees, pero al final murió televisado en directo para la Casa Blanca, y la gente salió a festejar por las calles [mientras retóricamente los progresistas mediáticos de Argentina se preguntaban sobre si era moral o inmoral salir a festejar la muerte de un hombre... claro, en la Argentina en donde Hebe de Bonafini festejó las muertes de los ataques en U.S.A. del 9-11 y nadie le dijo nada].
Al Qaeda ya no existe, y Alláh no hizo nada por evitarlo. El I.S.I.S. tampoco ya existe y Alláh no les paró ni un bombardeo con ninguna bandada de pájaros como alguna lejana vez ya lo hizo contra un ejército invasor cuya infantería era apoyada por elefantes. Osama bin Laden ha muerto por T.V. mientras Alláh miraba otro canal, y Abu Musab al Zarqaui también fue ejecutado, y a los nuevos líderes que van a surgir también se los vamos a tener que seguir matando, y si van a seguir cometiendo atentados [excepto por los atentados que cometan en Argentina] los Estados afectados se vengarán bombardeándolos hasta igualar o superar las muertes sufridas.
Que ningún musulmán, ni Alláh, ni Magoya tengan dudas... esto va a ser así hasta que no quede ningún extremista vivo, y entre los sobrevivientes se tomen el trabajo de volver a leer a Ayn Rand pero en el sentido correcto, que para eso en este ensayo les puse uno de sus mejores fragmentos [de nada].
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