Todo contrato con empresas del primer mundo termina indefectiblemente en un juicio multimillonario a resolverse en sus tribunales. Esto que es una falla, como también es una falla que los intermediadores hagan más dinero que los productores, en este caso se trata de una curiosa intermediación burocrática.
Si los negocios no se hacen a no ser que se acepten cláusulas "leonino-judiciales", la solución desde aquí propuesta es que cualquier contrato expresado en permisos de importación argentinos [en vez de en dólares como se hizo hasta ahora], sean de competencia irrenunciable para los tribunales argentinos, conformidad que los extranjeros aceptan en el preciso momento de adquirir los permisos como el que intente pagar con un dólar falso puede ser apresado por el F.B.I. aunque no haya hecho otra cosa que "hacerlo correr".
Pero las trampas legales que abundan en el comercio exterior no dejan de utilizarse internamente, y una gran empresa puede detener y asfixiar a su competidor con un juicio que sabe que perderá o sólo ganará de forma fraudulenta, en especial en los temas relacionados con patentes.
El registro de patentes debe ser atomizado, y por ejemplo las patentes medicinales deberán tramitarse en el Ministerio de Salud que será parte solidaria en todo juicio que involucre a sus patentantes, pues el inventor es parte del supersindicato de la Salud [que es lo mismo que el Ministerio "cooperativo" de la Salud, del que está afiliado y al mismo tiempo es dueño].
El sistema actual no defiende a nadie y hay que acudir a la justicia pues el instituto que da la patente no funciona como un tribunal. Además el trámite es caro para el que dispone de escaso capital, y en general es desventajoso para los inventores y parece haber sido diseñado para beneficiar a los empresarios, incluidos los argentinos que roban patentes medicinales de U.S.A.
Cabe preguntarse si el liberalismo natural de los mercados no genera piratería
sólo en los casos como los de las medicinas con sus precios marcadamente abusivos cuando un gobierno inflacionario les permite
esconder su maniobra tras la devaluación del peso, y una forma de probarlo es que la misma empresa [de medicinas, alimentos,
autos, o lo que sea], tiene una política de precios distinta en un país con inflación que en un país
limítrofe sin inflación.
Peter McArthur dijo que toda empresa exitosa necesita a un hombre de negocios,
un soñador, y a un hijo de puta. Pues bien: me temo que le faltó incluir a un abogado comercial, un abogado laboral, a un experto en
elusión [evadir impuestos legalmente], a un gestor de los cientos de trámites, y a un experto en inspecciones municipales,
de salubridad, seguridad el trabajo, peligro de incendios, tratamiento de residuos, y ahora equidad de género... o se la van a
pasar litigando en los tribunales hasta quebrar. Una empresa grande soporta esto, una novata y pequeña no.