VIVIENDA DIGNA PARA TODOS:
En la Ciudad de Buenos Aires, la ciudad con más paciencia del mundo, hay un grupo de personas acampando en la Plaza de la República, exigiendo que se les solucione el problema de la vivienda, o sea: que se les regale una vivienda en la ciudad a la que atacan usurpándole terrenos.
Lo primero que hay que dejar en claro es que no tienen ningún derecho a reclamar nada, a joder la paciencia de nadie, ni de ponerse en víctimas desamparadas, ni tampoco son votantes del gobierno de la Ciudad, sino precisamente opositores y votantes eternos de las autoridades nacionales peronistas que se han caracterizado por engendrar villas a diestra y siniestra durante toda su historia.
Lo segundo y por cierto curioso es que... igual tenemos que solucionar el problema por dos motivos: somos porteños, casi seguramente el segmento de población argentina más odiado de Argentina y de latinoamérica, por lo que si expulsamos a los demandantes por la fuerza, toda la prensa del mundo se nos va a caer encima acusándonos de ser nazis. El segundo es que pese a que no nos quieren, sabemos que eso es por envidia sumada a desconocimiento, y por culpa de la envidia de gente que no nos conoce, no vamos a dejar de ser tan generosos como lo hemos sido en toda nuestra historia [excepto durante la dictadura militar en la que se erradicaron algunas villas sin que haya mediado la aprobación expresa mediante el voto de los porteños].
Somos una ciudad cristiana, cuna del primer Papa latinoaméricano, y somos solidarios, la prueba está en que hemos recibido a millares de inmigrantres europeos tan pobres como los que hoy reclaman vivienda [aquellos pobres lo único que reclamaban era que se los deje trabajar en paz, embarcados con lo que tenían puesto, para escapar tanto del hambre de Europa, como del fascismo de Mussolini y el falangismo de Franco].
De tener este problema el gobierno nacional, seguramente acusaría a los demandantes de ser anti-argentinos. Pero, aunque lo sean, sus hijos van a ser argentinos, y lo que nos conviene es que sean argentinos y porteņos, y no una quinta columna [infiltrados] de los gobernadores provinciales peronistas que, reducen sus tasas de pobreza exportándonos pobres, y encima conservan el voto cautivo de los peronistas que cambian de distrito hacia uno mejor, pero, siguen votando a los pésimos políticos que tras medio siglo de peronismo, siguen reinando sobre provincias empobrecidas, saqueadas, y pésimamente administradas.
Para que esto no sea el chantaje exitoso de un grupito de peronistas, sobre el gobierno no-peronista de la Ciudad, fácilmente podemos convertirlo en una negociación, pidiendo algo a cambio.
Reiteradas voces han reclamado que los beneficiados por los planes sociales hagan algo útil, como arreglar baches, pintar escuelas, o ponerse a cultivar algo exportable, pero... es un error. La Ciudad no le puede pedir "hacer" nada a nadie, en cambio lo correcto es pedir "no hacer" tres cosas: [A] Hay miles de porteños que alquilan y no le lloran a nadie para que les regale una vivienda, para que exista solidaridad e igualdad, la ciudad podría hacer viviendas y alquilarlas a bajo costo, reteniendo la propiedad de su suelo, y exigiendo a cambio que paren de tener hijos, o se pierde el beneficio. [B] Que paren de protestar cortando calles: porque símplemente no tiene sentido tratar de solucionar el problema de cien personas, perjudicando a mil. [C] Que renuncien al derecho al voto: quienes viven del Estado ya sea por recibir planes sociales, o por obtener empleos públicos, no pueden votar porque lo harán por el que les da el beneficio, y peor que el voto "cantado" es el voto "comprado", que también está cantado.
Esta no sólo es una solución para un problema municipal, pues se puede aplicar sin cambios a nivel nacional: El sistema económico excluye a los inútiles, o no sería económico sino suicida. Luego, los políticos deben incluir a esa gente, y el pecado argentino es que se ha dejado que el peronismo capitalice esa obligación, en forma de votos, que son agua para su propio molino [como si los hubiesen pagado con dinero propio y no de la clase media]. Si esta gente pierde el derecho de votar, deja de reproducirse de forma insensata, y le permite trabajar al resto de la sociedad, el político hará con los dineros públicos algo más rentable que regalarlo sin contraprestación alguna, como la tantas veces propuesta solución de mandar a un grupo de ignorantes a cultivar algo. Algunas iniciativas conducirán al fracaso, y algunos gobernadores obtendrán éxitos, y después los que votamos decidiremos a quienes premiar con nuestro voto.
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