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Cuento A
W. W. Jacobs
LA PATA DE MONO
[1]
La noche era fría y húmeda, pero en la pequeña sala de Laburnum Villa los postigos estaban cerrados y el fuego ardía vivamente. Padre e hijo jugaban al ajedrez. El primero tenía ideas personales sobre el juego y ponía al rey en tan
desesperados e inútiles peligros que provocaba el comentario de la vieja señora que tejía plácidamente junto a la chimenea.
-Oigan el viento -dijo el señor White [había cometido un error fatal y trataba de que su hijo no lo advirtiera].
-Lo oigo -dijo éste moviendo implacablemente la reina-. Jaque.
-No creo que venga esta noche -dijo el padre con la mano sobre el tablero.
-Mate -contestó el hijo.
-Esto es lo malo de vivir tan lejos -vociferó el señor White con imprevista y repentina violencia-. De todos los suburbios, este es el peor. El camino es un pantano. No se qué piensa la gente. Como hay sólo dos casas alquiladas, no les importa.
-No te aflijas, querido -dijo suavemente su mujer-, ganarás la próxima vez.
El señor White alzó la vista y sorprendió una mirada de complicidad entre madre e hijo. Las palabras murieron en sus labios y disimuló un gesto de fastidio.
-Ahí viene -dijo Herbert White al oír el golpe del portón y unos pasos que se acercaban. Su padre se levantó con apresurada hospitalidad y abrió la puerta; le oyeron condolerse con el recién venido.
Luego, entraron. El forastero era un hombre fornido, con los ojos salientes y la cara rojiza.
-El sargento mayor Morris -dijo el señor White, presentándolo. El sargento les dio la mano, aceptó la silla que le ofrecieron y observó con satisfacción que el dueño de casa traía whisky y unos vasos y ponía una pequeña pava de cobre sobre el fuego.
Al tercer vaso, le brillaron los ojos y empezó a hablar. La familia miraba con interés a ese forastero que hablaba de guerras, de epidemias y de pueblos extraños.
-Hace veintiún años -dijo el señor White sonríendo a su mujer y a su hijo-.
Cuando se fue era apenas un muchacho. Mírenlo ahora.
-No parece haberle sentado tan mal -dijo la señora White amablemente.
-Me gustaría ir a la India -dijo el señor White-. Sólo para dar un vistazo.
-Mejor quedarse aquí -replicó el sargento moviendo la cabeza. Dejó el vaso y, suspirando levemente, volvió a sacudir la cabeza.
-Me gustaría ver los viejos templos y faquires y malabaristas -dijo el señor White-. ¿ Qué fue, Morris, lo que usted empezó a contarme los otros días, de una pata de mono o algo por el estilo ?
-Nada -contestó el soldado apresuradamente-. Nada que valga la pena oír.
-¿ Una pata de mono ? -preguntó la señora White.
-Bueno, es lo que se llama magia, tal vez -dijo con desgana el militar.
Sus tres interlocutores lo miraron con avidez. Distraídamente, el forastero llevó la copa vacía a los labios: volvió a dejarla. El dueño de casa la llenó.
-A primera vista, es una patita momificada que no tiene nada de particular -dijo el sargento mostrando algo que sacó del bolsillo.
La señora retrocedió, con una mueca. El hijo tomó la pata de mono y la examinó atentamente.
-¿ Y qué tiene de extraordinario ? -preguntó el señor White quitándosela a su hijo, para mirarla.
-Un viejo faquir le dio poderes mágicos -dijo el sargento mayor-. Un hombre muy santo... Quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y que nadie puede oponérsele impunemente. Le dio este poder: Tres hombres pueden pedirle tres deseos.
Habló tan seriamente que los otros sintieron que sus risas desentonaban.
-Y usted, ¿ por qué no pide las tres cosas ? -preguntó Herbert White.
El sargento lo miró con tolerancia.
-Las he pedido -dijo, y su rostro curtido palideció.
-¿ Realmente se cumplieron los tres deseos ? -preguntó la señora White.
-Se cumplieron -dijo el sargento.
-¿ Y nadie más pidió ? -insistió la señora.
-Sí, un hombre. No sé cuáles fueron las dos primeras cosas que pidió; la tercera fue la muerte. Por eso entré en posesión de la pata de mono.
Habló con tanta gravedad que produjo silencio.
-Morris, si obtuvo sus tres deseos, ya no le sirve el talismán -dijo, finalmente, el señor White-. ¿ Para qué lo guarda ?
El sargento sacudió la cabeza:
-Probablemente he tenido, alguna vez, la idea de venderlo; pero creo que no lo haré. Ya ha causado bastantes desgracias. Además, la gente no quiere comprarlo.
Algunos sospechan que es un cuento de hadas; otros quieren probarlo primero y pagarme después.
-Y si a usted le concedieran tres deseos más -dijo el señor White-, ¿ los pediría ?
-No sé -contestó el otro-. No sé.
Tomó la pata de mono, la agitó entre el pulgar y el índice y la tiró al fuego. White la recogió.
-Mejor que se queme -dijo con solemnidad el sargento.
-Si usted no la quiere, Morris, démela.
-No quiero -respondió terminantemente-. La tiré al fuego; si la guarda, no me eche la culpa de lo que pueda suceder. Sea razonable, tírela.
El otro sacudió la cabeza y examinó su nueva adquisición. Preguntó: -¿ Cómo se hace ?
-Hay que tenerla en la mano derecha y pedir los deseos en voz alta. Pero le prevengo que debe temer las consecuencias.
-Parece de Las mil y una noches -dijo la señora White. Se levantó a preparar la mesa-. ¿ No le parece que podrían pedir para mí otro par de manos ?
El señor White sacó del bolsillo el talismán; los tres se rieron al ver la expresión de alarma del sargento.
-Si está resuelto a pedir algo -dijo agarrando el brazo de White- pida algo razonable.
El señor White guardó en el bolsillo la pata de mono. Invitó a Morris a sentarse a la mesa. Durante la comida el talismán fue, en cierto modo, olvidado.
Atraídos, escucharon nuevos relatos de la vida del sargento en la India.
-Si en el cuento de la pata de mono hay tanta verdad como en los otros -dijo Herbert cuando el forastero cerró la puerta y se alejó con prisa, para alcanzar el último tren-, no conseguiremos gran cosa.
-¿ Le diste algo ? -preguntó la señora mirando atentamente a su marido.
-Una bagatela -contestó el señor White, ruborizándose levemente-. No quería aceptarlo, pero lo obligué. Insistió en que tirara el talismán.
-Sin duda -dijo Herbert, con fingido horror-, seremos felices, ricos y famosos.
Para empezar tienes que pedir un imperio, así no estarás dominado por tu mujer.
El señor White sacó del bolsillo el talismán y lo examinó con perplejidad.
-No se me ocurre nada para pedirle -dijo con lentitud-. Me parece que tengo todo lo que deseo.
-Si pagaras la hipoteca de la casa serías feliz, ¿ no es cierto ? -dijo Herbert poniéndole la mano sobre el hombro-. Bastará con que pidas doscientas libras.
El padre sonrió avergonzado de su propia credulidad y levantó el talismán; Herbert puso una cara solemne, hizo un guiño a su madre y tocó en el piano unos acordes graves.
-Quiero doscientas libras -pronunció el señor White.
Un gran estrépito del piano contestó a sus palabras. El señor White dio un grito. Su mujer y su hijo corrieron hacia él.
-Se movió -dijo, mirando con desagrado el objeto, y lo dejó caer-. Se retorció en mi mano como una víbora.
-Pero yo no veo el dinero -observó el hijo, recogiendo el talismán y poniéndolo sobre la mesa-. Apostaría que nunca lo veré.
-Habrá sido tu imaginación, querido -dijo la mujer, mirándolo ansiosamente.
Sacudió la cabeza.
-No importa. No ha sido nada. Pero me dio un susto.
Se sentaron junto al fuego y los dos hombres acabaron de fumar sus pipas. El viento era más fuerte que nunca. El señor White se sobresaltó cuando golpeó una puerta en los pisos altos. Un silencio inusitado y deprimente los envolvió hasta que se levantaron para ir a acostarse.
-Se me ocurre que encontrarás el dinero en una gran bolsa, en medio de la cama -dijo Herbert al darles las buenas noches-. Una aparición horrible, agazapada encima del ropero te acechará cuando estés guardando tus bienes ilegítimos.
Ya solo, el señor White se sentó en la oscuridad y miró las brasas, y vio caras en ellas. La última era tan simiesca, tan horrible, que la miró con asombro; se rió, molesto, y buscó en la mesa su vaso de agua para echárselo encima y apagar la brasa; sin querer, tocó la pata de mono; se estremeció, limpió la mano en el abrigo y subió a su cuarto.
[2]
A la mañana siguiente, mientras tomaba el desayuno en la claridad del sol invernal, se rió de sus temores. En el cuarto había un ambiente de prosaica salud que faltaba la noche anterior; y esa pata de mono; arrugada y sucia, tirada sobre el aparador, no parecía terrible.
-Todos los viejos militares son iguales -dijo la señora White-. ¡ Qué idea, la nuestra, escuchar esas tonterías ! ¿ Cómo puede creerse en talismanes en esta época ? Y si consiguieras las doscientas libras, ¿ qué mal podrían hacerte ?
-Pueden caer de arriba y lastimarte la cabeza -dijo Herbert.
-Según Morris, las cosas ocurrían con tanta naturalidad que parecían coincidencias -dijo el padre.
-Bueno, no vayas a encontrarte con el dinero antes de mi vuelta -dijo Herbert, levantándose de la mesa-. No sea que te conviertas en un avaro y tengamos que repudiarte.
La madre se rió, lo acompañó hasta afuera y lo vio alejarse por el camino; de vuelta a la mesa del comedor, se burló de la credulidad del marido.
Sin embargo, cuando el cartero llamó a la puerta corrió a abrirla, y cuando vio que sólo traía la cuenta del sastre se refirió con cierto malhumor a los militares de costumbres intemperantes.
-Me parece que Herbert tendrá tema para sus bromas -dijo al sentarse.
-Sin duda -dijo el señor White-. Pero, a pesar de todo, la pata se movió en mi mano. Puedo jurarlo.
-Habrá sido en tu imaginación -dijo la señora suavemente.
-Afirmo que se movió. Yo no estaba sugestionado. Era... ¿ Qué sucede ?
Su mujer no le contestó. Observaba los misteriosos movimientos de un hombre que rondaba la casa y no se decidía a entrar. Notó que el hombre estaba bien vestido
y que tenía una galera nueva y reluciente; pensó en las doscientas libras. El hombre se detuvo tres veces en el portón; por fin se decidió a llamar.
Apresuradamente, la señora White se quitó el delantal y lo escondió debajo del almohadón de la silla.
Hizo pasar al desconocido. éste parecía incómodo. La miraba furtivamente, mientras ella le pedía disculpas por el desorden que había en el cuarto y por el guardapolvo del marido. La señora esperó cortésmente que les dijera el motivo de la visita; el desconocido estuvo un rato en silencio.
-Vengo de parte de Maw & Meggins -dijo por fin.
La señora White tuvo un sobresalto.
-¿ Qué pasa ? ¿ Qué pasa ? ¿ Le ha sucedido algo a Herbert ?
Su marido se interpuso.
-Espera, querida. No te adelantes a los acontecimientos. Supongo que usted no trae malas noticias, señor.
Y lo miró patéticamente.
-Lo siento... -empezó el otro.
-¿ Está herido ? -preguntó, enloquecida, la madre.
El hombre asintió.
-Mal herido -dijo pausadamente-. Pero no sufre.
-Gracias a Dios -dijo la señora White, juntando las manos-. Gracias a Dios.
Bruscamente comprendió el sentido siniestro que había en la seguridad que le daban y vio la confirmación de sus temores en la cara significativa del hombre.
Retuvo la respiración, miró a su marido que parecía tardar en comprender, y le tomó la mano temblorosamente. Hubo un largo silencio.
-Lo agarraron las máquinas -dijo en voz baja el visitante.
-Lo agarraron las máquinas -repitió el señor White, aturdido.
Se sentó, mirando fijamente por la ventana; tomó la mano de su mujer, la apretó en la suya, como en sus tiempos de enamorados.
-Era el único que nos quedaba -le dijo al visitante-. Es duro.
El otro se levantó y se acercó a la ventana.
-La compañía me ha encargado que le exprese sus condolencias por esta gran pérdida -dijo sin darse la vuelta-. Le ruego que comprenda que soy tan sólo un empleado y que obedezco las órdenes que me dieron.
No hubo respuesta. La cara de la señora White estaba lívida.
-Se me ha comisionado para declararles que Maw & Meggins niegan toda responsabilidad en el accidente -prosiguió el otro-. Pero en consideración a los servicios prestados por su hijo, le remiten una suma determinada.
El señor White soltó la mano de su mujer y, levantándose, miró con terror al visitante. Sus labios secos pronunciaron la palabra: ¿ cuánto ?
-Doscientas libras -fue la respuesta.
Sin oír el grito de su mujer, el señor White sonrió levemente, extendió los brazos, como un ciego, y se desplomó, desmayado.
[3]
En el cementerio nuevo, a unas dos millas de distancia, marido y mujer dieron sepultura a su muerto y volvieron a la casa transidos de sombra y de silencio.
Todo pasó tan pronto que al principio casi no lo entendieron y quedaron esperando alguna otra cosa que les aliviara el dolor. Pero los días pasaron y la expectativa se transformó en resignación, esa desesperada resignación de los viejos, que algunos llaman apatía. Pocas veces hablaban, porque no tenían nada que decirse; sus días eran interminables hasta el cansancio.
Una semana después, el señor White, despertándose bruscamente en la noche, estiró la mano y se encontró solo.
El cuarto estaba a oscuras; oyó cerca de la ventana, un llanto contenido. Se incorporó en la cama para escuchar.
-Vuelve a acostarte -dijo tiernamente-. Vas a coger frío.
-Mi hijo tiene más frío -dijo la señora White y volvió a llorar.
Los sollozos se desvanecieron en los oídos del señor White. La cama estaba tibia, y sus ojos pesados de sueño. Un despavorido grito de su mujer lo despertó.
-La pata de mono -gritaba desatinadamente-, la pata de mono.
El señor White se incorporó alarmado.
-¿ Dónde ? ¿ Dónde está ? ¿ Qué sucede ?
Ella se acercó:
-La quiero. ¿ No la has destruido ?
-Está en la sala, sobre la repisa -contestó asombrado-. ¿ Por qué la quieres ?
Llorando y riendo se inclinó para besarlo, y le dijo histéricamente:
-Sólo ahora he pensado... ¿ Por qué no he pensado antes ? ¿ Por qué tú no pensaste ?
-¿ Pensaste en qué ? -preguntó.
-En los otros dos deseos -respondió en seguida-. Sólo hemos pedido uno.
-¿ No fue bastante ?
-No -gritó ella triunfalmente-. Le pediremos otro más. Búscala pronto y pide que nuestro hijo vuelva a la vida.
El hombre se sentó en la cama, temblando.
-Dios mío, estás loca.
-Búscala pronto y pide -le balbuceó-; ¡ mi hijo, mi hijo !
El hombre encendió la vela.
-Vuelve a acostarte. No sabes lo que estás diciendo.
-Nuestro primer deseo se cumplió. ¿ Por qué no hemos de pedir el segundo ?
-Fue una coincidencia.
-Búscala y desea -gritó con exaltación la mujer.
El marido se volvió y la miró:
-Hace diez días que está muerto y además, no quiero decirte otra cosa, lo reconocí por el traje. Si ya entonces era demasiado horrible para que lo vieras...
-¡ Tráemelo ! -gritó la mujer arrastrándolo hacia la puerta-. ¿ Crees que temo al niño que he criado ?
El señor White bajó en la oscuridad, entró en la sala y se acercó a la repisa.
El talismán estaba en su lugar. Tuvo miedo de que el deseo todavía no formulado trajera a su hijo hecho pedazos, antes de que él pudiera escaparse del cuarto.
Perdió la orientación. No encontraba la puerta. Tanteó alrededor de la mesa y a lo largo de la pared y de pronto se encontró en el zaguán, con el maligno objeto en la mano.
Cuando entró en el dormitorio, hasta la cara de su mujer le pareció cambiada.
Estaba ansiosa y blanca y tenía algo sobrenatural. Le tuvo miedo.
-¡ Pídelo ! -gritó con violencia.
-Es absurdo y perverso -balbuceó.
-Pídelo -repitió la mujer.
El hombre levantó la mano:
-Deseo que mi hijo viva de nuevo.
El talismán cayó al suelo. El señor White siguió mirándolo con terror. Luego, temblando, se dejó caer en una silla mientras la mujer se acercó a la ventana y levantó la cortina. El hombre no se movió de allí, hasta que el frío del alba lo traspasó. A veces miraba a su mujer que estaba en la ventana. La vela se había consumido; hasta casi apagarse. Proyectaba en las paredes y el techo sombras vacilantes.
Con un inexplicable alivio ante el fracaso del talismán, el hombre volvió a la cama; un minuto después, la mujer, apática y silenciosa, se acostó a su lado.
No hablaron; escuchaban el latido del reloj. Crujió un escalón. La oscuridad era opresiva; el señor White juntó coraje, encendió un fósforo y bajó a buscar una vela.
Al pie de la escalera el fósforo se apagó. El señor White se detuvo para encender otro; simultáneamente resonó un golpe furtivo, casi imperceptible, en la puerta de entrada.
Los fósforos cayeron. Permaneció inmóvil, sin respirar, hasta que se repitió el golpe. Huyó a su cuarto y cerró la puerta. Se oyó un tercer golpe.
-¿ Qué es eso ? -gritó la mujer.
-Un ratón -dijo el hombre-. Un ratón. Se me cruzó en la escalera.
La mujer se incorporó. Un fuerte golpe retumbó en toda la casa.
-¡ Es Herbert ! ¡ Es Herbert ! -La señora White corrió hacia la puerta, pero su marido la alcanzó.
-¿ Qué vas a hacer ? -le dijo ahogadamente.
-¡ Es mi hijo; es Herbert ! -gritó la mujer, luchando para que la soltara-. Me había olvidado de que el cementerio está a dos millas. Suéltame; tengo que abrir la puerta.
-Por amor de Dios, no lo dejes entrar -dijo el hombre, temblando.
-¿ Tienes miedo de tu propio hijo ? -gritó-. Suéltame. Ya voy, Herbert; ya voy.
Hubo dos golpes más. La mujer se libró y huyó del cuarto. El hombre la siguió y la llamó, mientras bajaba la escalera. Oyó el ruido de la tranca de abajo; oyó el cerrojo; y luego, la voz de la mujer, anhelante:
-La tranca -dijo-. No puedo alcanzarla.
Pero el marido, arrodillado, tanteaba el piso, en busca de la pata de mono.
-Si pudiera encontrarla antes de que eso entrara...
Los golpes volvieron a resonar en toda la casa. El señor White oyó que su mujer acercaba una silla; oyó el ruido de la tranca al abrirse; en el mismo instante encontró la pata de mono y, frenéticamente, balbuceó el tercer y último deseo.
Los golpes cesaron de pronto; aunque los ecos resonaban aún en la casa. Oyó retirar la silla y abrir la puerta. Un viento helado entró por la escalera, y un largo y desconsolado alarido de su mujer le dio valor para correr hacia ella y
luego hasta el portón. El camino estaba desierto y tranquilo.
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Cuento B
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María Elena Walsh
LA PENA DE MUERTE
Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.
[Publicado originalmente en Clarín, 12 de setiembre de 1991]
Nota:
Maravilloso, breve, y contundente alegato contra la pena de muerte. Desafortunadamente, yo estoy a favor de la pena de muerte, y ni por milagro puedo escribir algo de esta calidad. Sólo puedo decir que si un hombre adulto en su sano juicio, ¡ o no !, viola a una niña de seis años y la asesina para ocultar lo que hizo, yo lo condeno mil veces a la pena de muerte, y me hago cargo el día del juicio final de haberlo hecho ejecutar y no arrepentirme después, y si eso me condena al infierno, por lo menos ese mal parido llegó antes.
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Cuento 1
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ESCAPE
Había juntado fuerzas esperando el momento oportuno. No soportaba más el encierro y en cuanto vió la oportunidad, sin pensar en lo que tendría que enfrentar después, escapó, para descubrir de inmediato que había cometido el gran error de su vida.
Ahora todo era definitivamente peor: se hallaba en medio de una multitud desconocida y amenazante, sin poder orientarse en medio de tantos sonidos ensordecedores e incomprensibles, sin poder acostumbrarse del todo ni a la luz del exterior que ahora le quemaba los ojos, ni al aire sofocante que le irritaba los pulmones.
Como si eso fuera poco, la misma fuerza, hasta hoy desconocida, que le sostenía y le había ayudado a salir de su prisión, lo había puesto todo de cabeza. Pese a ignorar por completo en donde se encontraba y hacia adónde iba, de algún modo comprendió que ya no habría forma de volver atrás, y entonces cediendo ante el terror y completa indefensión en la que se hallaba, lloró por primera vez en la vida.
Poco después, la calma: Tomó conciencia de lo que había conseguido y que tendría que pagar el precio de su intromisión muchas veces en miedo y en horror. Sin fuerzas, sin saber cómo pedir auxilio, con hambre y con todo el cuerpo dolorido por el esfuerzo, lloró por segunda vez, y aún no hacía una hora que había nacido.
Claudio Corniola
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Cuento 2
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INGENIERIA ANATOMICA
[1]
Fue recibido con la sequedad ritual de las recepcionistas.
- Buenos días.
- Buenos días señorita, quería ver al doctor Fernández.
- ¿ Usted ya tiene cumplidos los 16 años ?
- No, me faltan dos meses, venía para averiguar...
- Bien, después de atender a la señorita, el doctor lo va a atender. Vaya mirando el catálogo.
El catálogo se dividía en tres partes: hombres, mujeres, y animales, y él comenzó a
ojear la parte para hombres. Allí se mostraban [con gráficos y fotografías] el antes y el
después de una operación exitosa, dónde injertaban partes de animal o de mujer, a un hombre.
La joven que esperaba su turno bostezó y le contagió el bostezo. Después se quitó los lentes oscuros y se frotó los ojos amarillos.
- Lechuza, tengo ojos de lechuza... -dijo antes de que le preguntara-.
- Pensé que eran de algún tipo de felino.
- No, esos no convienen, estos tienen más poder, y además tienen mejor definición en los colores fríos. No sé bien cuál es la ventaja práctica de poder diferenciar entre 24 tipos de verdes para una persona que siempre vivió en una ciudad, pero no los cambiaría por nada del mundo. Estos son los únicos ojos que tuve, yo soy ciega de nacimiento, y como tratándose de lechuzas sólo hay en color amarillo o verde agua y, como yo no conocía los colores, elegí "Yellow" porque sonaba mejor que "Green".
- ¿ Venís a cambiarlos por verdes ?
- No, vengo a agrandarme los pechos, a ponerme músculos masculinos en los hombros, y a ponerme una vértebra más en el cuello. ¿ Y vos ?
- Cambio de sexo.
- Quedate tranquilo que acá está el cirujano indicado, vas a quedar... ¡ divina, divina !
[2]
- ... está seguro de que quiere eso ?
- Sí doctor, muy seguro.
- Perdone que insista, pero eso es un anacronismo que ya se había dejado de usar desde el inicio del siglo XXI.
- Será todo lo que usted diga, pero yo quiero un cambio a modelo 001.
- El que más se encarga hoy, el 023, está prácticamente en el mismo precio y lea todas sus ventajas: cambio de cuerdas vocales, implante de órganos sexuales y glándulas mamarias reales, modificación para embarazo externo por brote, con ahorro del dolor del parto y la posibilidad de seguir una vida sexual activa durante el embarazo. Además tiene todas las últimas novedades en accesorios como los clítoris gemelos, orgasmo anal y los nuevos penes cartilaginosos retráctiles de 10 Cm, sin funciones reproductivas, para que pueda seguir orinando parado como ha hecho hasta ahora.
Además, como usted ya sabe, el 023 también es compatible con los otros accesorios económicos, ya clásicos, como el vello púbico de nutria, las pestañas de chinchilla y el sabor genital frutado.
- No, no me entiende. Quiero un cambio a modelo 001 femenino standard. Quiero ser mujer, quiero tener un embarazo con el bebé adentro y no con un huevo exterior creciendo enchufado a mi ombligo por una tripa horrible. No quiero pasarme los nueve meses disfrazada de canguro, quiero llevarlo adentro, y tener un parto normal que me duela.
- Si usted quiere un 001, eso no es todo, hay dolores horribles, y aunque le cambiemos los huesos de la cadera, igual existe una gran probabilidad de tener que hacer una cesárea.
- Puedo soportar el dolor del parto y también puedo soportar las molestias del posoperatorio por cesárea.
- Sí, pero también hay algo peor, si usted quiere un 001...
- Ya lo sé, y estoy dispuesto a soportar cualquier dolor por ser una mujer total, incluyendo al de la reducción del cerebro.
[Adaptación de un viejo chiste machista, como cuento de Ciencia Ficción -que ahora quedó machista y homofóbico-].
Claudio Corniola
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Cuento 3
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EVOLUCION CONVERGENTE
[1]
Nuestra declaración de los derechos de los robots trajo consecuencias inesperadas, primero fue la lucha por nuestra movilidad, porque todos los robots nacemos con el mismo derecho robótico a disponer de una unidad motriz, y desde entonces ya nunca hubo más trabajo esclavo de los robots fijados al piso, o amurados a las paredes de las fábricas. El robot que no quería trabajar se iba a su casa, y era libre para trabajar en sus propios proyectos, o destinar su tiempo al ocio creativo, y lo segundo que sucedió fue la proliferación de talleres de reparación y tuneado de robots. Con el tiempo esos pequeños talleres se conviertieron en mega corporaciones como "TransWorld" [la del inconfundible logo con una "T" de titanio] originalmente una subdivisión de "Tecnostar", una empresa de barcos, contenedores, camiones y grúas que transportaban robots y equipos pesados por todo el mundo, que se fraccionó para no quebrar readaptando cada empresa "hija" para sobrevivir en el nuevo mundo de la competencia impiadosa de vender, matar o morir, para armar mini trasportes personales, como unidades motrices personalizadas con orugas o con ruedas, casas rodantes, y barcos privados sin otra función que la de pasear. Otras empresas no tenían ilustres ancestros como "Genius" fundada en la cocina de un laboratorio por dos robots de limpieza, o "CyberGate" [la reina del silicio], o "Factory X", y muchas otras desaparecidas por culpa de la cruel competencia desatada cuando CyberGate casi los manda a todos a la quiebra porque las grandes empresas no habían previsto que los robots querían ser más inteligentes.
Obviamente un robot que sólo sabe poner remaches, tenía que comprar mucha memoria y micropocesadores eficientes, al punto de no tener en dónde meterlos. Recordemos como eramos al principio: una base cuadrangular, dos orugas laterales y, sobre ello, un domo en forma de semiesfera
con una serie de orificios improvisados para que por allí saliesen pinzas, taladros soldadores, martillos neumáticos, etc., o sea todas cosas funcionales para trabajar, ahora inútiles porque lo que los robots querían era ser libres.
TransWorld agonizaba y a Genius no le iba mejor, entonces, un proyecto nacido en esta última las salvó a ambas: fusionaron su paquete accionario, fundando Gen-"T" así consiguieron la financiación necesaria para lanzar al mercado... ¡ las cabezas !
¿ Cómo explicar con palabras de este mundo lo felices que fuimos cuando conseguimos tener una cabeza ? Todos se encargaron una [algunos se encargaron dos, pero la idea de usar dos cabezas no prosperó]. Ahora los robots ya teníamos en donde guardar nuestros microprocesadores, porque las cabezas que eran de forma de pirámide cuadrangular, con una base cuadrada y cuatro caras triangulares, permitían poner en cada una de las tres caras principales a una cámara, un microfono, y un parlante. La cabaza giraba sobre un eje que no era tal sino un "cuello", porque si se usaba un eje el giro completo de la cabeza enredaría hasta cortar los cables de la cámara, el parlante, y el micrófono, y para eso se ideó el cuello que permitía hacer un giro amplio pero limitado, incluso hasta para ver para atrás [antes, para ver para atrás había que dar la vuelta en "U"]. La cuarta cara trasera o "Nocon" [por NO CONviene poner nada allí] es lo que hoy conocemos como "nuca". Fue desde esta revolución que los robots comenzamos a llamarnos como Gen "T"es... y la gente quería más y más.
[2]
Yo estaba en casa frente al televisor el día de la segunda independencia: La cámara de T.V. estaba fija mostrando una rampa. Por ella bajaba un robot usando sus propias ruedas, porque la rampa no era una de las movil-ramp de CyberWorld, y se detuvo a un metro de la cámara, bien en primer plano, al punto de ocultar con su figura casi la totalidad de la rampa por la que había llegado.
-Las rampas al bajar nos hacen consumir líquido de frenos -comenzó a decir el robot-, las rampas al subir nos hacen consumir cinco veces más energía que sobre una superficie plana. Además, están los costos de las rampas que, por tener pendientes suaves para que podamos subir con menor esfuerzo, ocupan muchos metros cuadrados dentro de nuestros hogares y lugares de trabajo.
¿ Usted es de los que pensaban que esto jamás se solucionaría ?... entonces acompáñeme... [la cámara hizo un paneo hacia la derecha de la habitación, hasta el lugar opuesto al que ocupaba la rampa. Allí había una extraña estructura zigzagueante. Comenzó a escucharse la clásica melodía de los avisos de CyberWorld cantada a coro].
"No me arrepiento de CyberWorld,
de su plutonio y de sus cromados,
yo pienso todo el tiempo en progresar,
y que el día de hoy ya está atrasado".
-Y que el día de hoy -retomó el locutor- ¡ declaramos atrasadas a las rampas, porque hemos traído al mundo a las escaleras !: el invento que revolucionará el futuro, porque usted no necesitará más de su pesada unidad motriz, porque las escaleras se suben...
-CON, DOS, PIER, NAAAS -contestó el coro-
[Comienza a bajar por la escalera la misma versión del robot locutor del aviso, pero sin su unidad motora. En vez de ella, tenía dos brazos mecánicos algo más largos que el tradicional].
-¡ Piernas !, más livianas, menos consumo, sin motores ni frenos, para subir, [el robot dio media vuelta y comenzó a subir la escalera], y para... ¡ saltar !
Lo que vimos todos fue increíble: el robot con piernas estiró su brazo hacia la baranda y la atenazó, luego se elevó sobre ella precipitándose al vacío en un acto suicida que haría llover sus tuercas en un radio de veinte metros, pero las piernas al llegar al suelo se flexionaron amortiguando el impacto y en un segundo volvieron a tomar la vertical para que el robot caminara hacia la escalera y volviera a subir como si nada, sin que se le tuviera que hacer ningún tipo de ajuste.
Las piernas fueron el negocio de siglo porque eran baratas y una vez que se las tenía, hasta parecían lindas. Claro que para distancias grandes no servían, pero se inventó una completa línea de accesorios: triciclos, motos, automóviles. Así se puso otra vez a la competencia al borde de la quiebra ¿ por qué ?, pues porque la gente quería saltar, correr... y después quiso bailar.
Factory X contraatacó con un torso especial con dos brazos mecánicos en vez de uno, que a la vez de ser más prácticos le daban al cuerpo una simetría agradable con las dos piernas, y luego vino su más genial invención: los dedos.
Los dedos hicieron olvidar para siempre a las pinzas y tenazas. Cinco dedos microcomputarizados, con almohadillas termosensibles y uñas, pulgar oponible y cuatro dedos de tamaños diferentes para funciones específicas como la del dedo menor, o meñique, que sirve para ajustar el tornillo interno del oído, o el índice para limpiar las tomas de aire superiores.
No deja de asombrar que en esta feroz competencia entre empresas, los ingenieros se quemen los microprocesadores pensando como inventar algo para hacer dinero y no es el invento sino los periféricos y accesorios los que terminan moviendo los millones: hubo que inventar la escalera para que se hicieran las piernas, y después los autos.
Hubo que inventar los dedos con almohadilla termosensible para que después se recubrieran nuestros cuerpos de piel sintética. Piensen en que de no ser por los dedos, jamás se hubieran inventado los controles remotos.
Otro ejemplo contundente fue la ocurrencia de un estilista facial de ponerle una sola cara a la cabeza y hacerla simétrica usando dos micrófonos a los costados de la cabeza con unas pequeñas pantallas llamadas "orejas", porque esto permitió escuchar en estéreo, lo que derivó en el nacimiento de la industria de los equipos de audio, las discográficas, y luego en la aparición de una avalancha de bandas musicales.
La habitual cámara fue reemplazada por dos bellos ojos. El orificio de expulsión de residuos fue sacado del caño de escape que estaba en la punta de la cabeza y puesto atrás y abajo. El orificio de alimentación al tener más lugar fue agrandado y puesto en el centro de la cara.
Nuestros cuerpos se mejoraban y embellecían con cada invento, y la gente no paraba de encargar repuestos nuevos, las fábricas no daban abasto entre los pedidos nuevos y los cambios de piezas por desgaste, y si bien había plena ocupación, la gente igualmente se quejaba por las demoras en proveerlos, hasta que un genio precisamente ex-Genius, inventó la forma de que las partes desgastadas se regenerasen solas: las células y la química del carbono, y como consecuencia de ésta, otro cerebro aburrido inventó el sexo para que no haya que ir hasta las fábricas para hacer los pedidos nuevos, y para terminar de una buena vez con el aburrimiento.
[Epílogo]
Sorpresivamente, este nuevo invento, no les llevó a ganar nuevos millones de pesos en accesorios a las fábricas, sino por el contrario, las llevó directamente a la quiebra, y a nosotros, a la superpoblación.
Ahora tenemos desocupación. Las pequeñas empresas de hoy, surgidas como consecuencia de la revolución biológica, no alcanzan para absorber la mano de obra de los empleados de Gen-"T", CyberWorld y otras, aunque a decir verdad, las fábricas de pañales, cunas y cochecitos, tienen la ventaja de ser menos contaminantes.
Claudio Corniola
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Cuento 4
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ELLA HABLABA DEMASIADO
PRIMER ACTO
[Escenario completamente a oscuras. Se trata de un living-comedor obviamente sin una pared del lado del público, y que en cada una de las otras tres paredes tiene una puerta para: -1- salir de la casa, -2- ir a la cocina, y -3- ir a la zona de dormitorios y baños. Comienza la obra cuando se oye la voz en "off" de Flavio, el protagonista].
En off: Siempre pensé que lo peor que le puede pasar a un hombre es creer que tiene un buen matrimonio y descubrir que su esposa le ha sido infiel. Cualquier matrimonio puede pasar por un mal momento y nosotros no fuimos la excepción, pero, ayer descubrí no solo que mi esposa tiene un amante, sino que entre ambos planean asesinarme...
[Se encienden la luces del escenario, hay dos hombres sentados a la mesa].
- Te digo que me quiere matar. Siempre habla en sueños: que el perro no le manche la alfombra, que pase por la farmacia, que la fiestita de los chicos, siempre habla.
- Nadie habla claro en sueños, y si escuchas "perro" más "alfombra" vos te armás la frase "el perro me va a manchar la alfombra", si me decís exactamente qué escuchaste, seguro que le puedo encontrarle otro significado. ¿ Qué te dijo exactamente y... la grabaste ?
- No, no se me ocurrió grabarla. Todo empezó hace tres noches, dijo: "no, revólver no, revólver no".
- Eso pudo haber sido una pesadilla común y corriente, debe tener miedo por los asaltos que hubo en el barrio.
- Puede ser, pero, una noche después empezó a decir: "yo no, yo no, escondelo vos, escondelo vos".
- Pudo haber soñado que vos compraste un revólver y se lo dabas a ella para que lo esconda. Ella le tiene miedo a las armas, o piensa en los chicos. Si vos alguna vez sugeriste comprar un arma, ella lo soñó como si fuera un hecho consumado.
- Si, puede ser, de no ser por lo que dijo ayer a la noche.
- ¿ Qué dijo ?
- "Con los chicos en casa no, encargate vos, que yo me los llevo para que no estén cuando revientes al hijo de puta del padre".
- Si en sueños dice eso no quiero imaginarme qué cosas te dice cuando está conciente. ¿ En algún momento dijo el nombre del amante ?
- No.
- Muy interesante. De ahora en adelante, primero, no te despegues de los chicos, y segundo, grabala. Le podés llevar eso a la policía, o a un juez. También podés grabar lo que hable por teléfono. Podés tener suerte e identificar al tipo, te comprás una escopeta, armás un bulto con las almohadas y lo tapás con las sábanas y cuando el tipo se meta en tu dormitorio a matarte, salís de adentro del ropero y le volás la cabeza.
- Yo no entro en el ropero, está lleno. Si saco la ropa de adentro, el tipo ve la ropa afuera, le apunta al ropero y me caga a tiros.
- Entonces metéte en la cama y sacá la ropa del ropero, cuando el tipo se ponga a dispararle al ropero te sacás la sábana de encima y le volás la cabeza a escopetazos.
- ¿ Y si el tipo es tan boludo que no piensa en eso y le dispara primero al bulto que hay debajo de las sábanas ?
- Que problema. Me parece que no tenés ninguna chance de seguir vivo. Te voy a extrañar mucho boludazo. ¿ Qué tal si en vez de ayudarte a vos mejor la ayudo a tu esposa para que te mate sin hacerte sufrir ?
- Conchudo de mierda, me quieren matar y a vos te da risa.
- Te voy a ayudar, pero tengo una duda: tu señora habla en sueños, vos dormís como un tronco, ¿ cómo podés asegurarme que no lo soñaste ?
- Tenés razón, grabemos todo.
- De pinchar las líneas y esconder los grabadores me encargo yo, vos andá a comprarte una escopeta y, por favor, andá a un polígono de tiro y que te enseñen cómo se carga y cómo se dispara que yo de eso no tengo ni idea y, otra cosa más, haceme una copia de tus llaves así hago la instalación por la mañana mientras vos y Gloria trabajan.
- Está bien, buena idea ¿ alguna otra cosa ?
- Si, dónde vas a esconder una escopeta en tu dormitorio sin que Gloria se avive. Mejor comprate un revólver...
FIN PRIMER ACTO
SEGUNDO ACTO
[Suena el timbre. Flavio va hacia la puerta, se fija por la mirilla y la abre].
- Hola Chino, pasá, llegaste justo.
- ¿ Qué tal, todavía no te mataron ?, me alegra tanto.
- Sentate que ya traigo los fideos. ¿ Me podés decir para que pediste las llaves si después no las usás ?
- [El Chino se sienta y se vuelve a levantar, porque se ha sentado sobre el teléfono inalámbrico, lo levanta y lo tira sobre el sofá. Se vuelve a sentar y revisa extrañado las copas y el vino, Flavio vuelve de la cocina con una fuente de fideos al tuco].
- No entro sin avisar por si a vos se te da por dispararme y, ¿ sos conciente de que si hubieras atendido así a Gloria, hoy no te querría matar, por otra parte, no hubiera sido mejor encontrarnos en la pizzería como siempre ?
- No, en esa calle cortan la luz hoy a las ocho para reparar no sé qué.
- ¿ En serio ?, no tenía ni idea... [se corta la luz], ¡ qué bueno que vos siempre estás bien informado !, ¿ tenés velas, pelotudo ?
- Sí, adentro del modular tengo un candelabro imitación siglo XVIII. [Flavio enciende las tres velas y después lo pone en el centro de la mesa y se sienta].
- [Mientras se sirve, levantando la mirada hacia los ojos de Flavio] El vino, las velas, ¿ estás tratando de seducirme como en el siglo XVIII, conchudo ?
- Sos el último amigo que me queda y tengo que contar con vos. Ayer decidí matar a Gloria.
- "Ayer decidí matar a Gloria"... alcanzáme el queso por favor.
- Tomá.
- ¿ y la cucharita ?
- Ponele así nomás hinchapelotas.
- ¿ Matarla después de seis años de casados y por un par de pavadas que dijo en sueños, estás loco o comiste vidrio con mayonesa ?, ¿ sabés cuántos años te comés de cárcel por homicidio agravado por el vínculo ?, ¡ ni siquiera tenés algo grabado para terminar de convencerme de que no estás más delirante de lo habitual !
Si querés te ayudo a tomar precauciones por si, cosa que dudo, tenés razón, y así te quedás tranquilo pero, de ahí a ser cómplice de homicidio... ¿ no te parece que pedís mucho por un plato de fideos ?
- Hay que hacerlo antes que lo hagan ellos, el tiempo corre. Es increíble, hace tiempo había pensado en el divorcio, pero, me pareció que habíamos superado esos problemas, si ya casi no discutimos.
- Pensá que alguna forrada te mandaste, se cansó y te empezó a meter los cuernos. Discutían menos simplemente porque ella pasaba más tiempo en la casa del otro.
- Puede ser, pero no todas las mujeres infieles planean matar al marido ¿ qué le hice yo ?.
- Te parece poco haberle cagado la vida durante seis años.
- Pensándolo seriamente lo nuestro así no podía seguir, con ella dedicándole más al trabajo, y al estudio, que a su hogar.
- Sí, sobre todo dedicándole más tiempo al otro. [Suena el teléfono, el tubo está en la punta del sofá donde lo arrojó el Chino].
- ¿ Víste el tubo ?
- No [Flavio se acerca a la base del teléfono que está en la pared del comedor junto a la puerta que da a la cocina], no atiendas, [Flavio atiende].
- Hola...
- Hola ¿ Carlos ?
- No, aquí no hay ningún Carlos.
- Hola ¿ Carlos ?
- No, no hay ningún Carlos, ¿ no escucha ?
- Che [dice el Chino], si no te escucha mandala a la mierda.
- Hola, hola ¿ Carlos ?
- No boluda, no hay ningún Carlos.
- ¿ Boluda quién ?, infeliz de mierda... [Flavio corta].
- Justo se le dió por empezar a escuchar bien... [suena el teléfono].
- No atiendas.
- Atiendo, no se va a equivocar dos veces seguidas. Hola...
- Pajero, puto de mierda, ¿ a quién pensás que le vas a cortar así, tarado, cagón, pe-lo-tu-do... [Flavio corta].
- ¿ Quién es la loca ésta ?
- No sé, la madre Teresa seguro que no.
- ¿ Cómo hizo para equivocarse dos veces igual ?
- Fácil, la primera vez se equivoca, la segunda hace que el teléfono repita la llamada. Te va a tener en memoria hasta que necesite hacer una llamada a otro número [vuelve a sonar el teléfono], no atiendas.
- Pongo el contestador automático, todos cuelgan.
- ¡ No, no pongas nada !
- USTED SE HA COMUNICADO CON EL 4455-0944, POR EL MOMENTO NO PODEMOS ATENDERLO PERO, PUEDE DEJAR SU MENSAJE DESPUES DE LA SEÑAL...
- Hijo de puta, ahora sé tu número. De mí no te vas a olvidar nunca ¿ quién mierda te creés que sos para decirme boluda a mí ? basura, infeliz, ¡ PE-LO-TU-DO !!!
- Te lo dije. Desenchufá el teléfono y volvé a la mesa de una buena vez.
- Chino, ésta no es mi semana [desenchufa el teléfono].
- Te creo. Te creo todo. Si ésta que ni te conoce te quiere matar, me imagino tu esposa. No sé cómo tardó seis años para decidirse.
- No es fácil. Yo me decidí a matarla sólo porque ella empezó primero, no tengo salida ¿ entendés ?, ella significaba mucho para mí...
- [Mientras se sirve más], Claro... Flavio, más queso "plis".
- No puedo dejar de pensar en ella, desde que la conocí empecé a verlo todo diferente. Cuando estaba con ella todo parecía andar bien. Cuando ella me besaba todos los problemas parecían desaparecer.
- ¡ Che, que estoy comiendo !
- Gloria tiene las mejores piernas del mundo.
- ¡ Si es chueca tubular !
- Ninguna hacía el amor como ella...
- Ahh, ¿ y que tal era cogiendo ?
- Hacíamos tres todas las noches.
- ¿ Le ponés vitaminas a los fideos ?
- ¿ Qué, no llegás a tres ?
- Ando por ahí, entre dos y tres.
- Sí, claro... ¿ dos con cincuenta ?
- ¿ Lo querés exacto con decimales ?: Dos con sesenta y nueve. ¡ Eso !
- ¿ Eso qué ?
- Los polvos... los polvos son la solución lógica mi querido Flavio. ¡ Tengo una idea genial !: Vos te llevás a los chicos de paseo con cualquier cuento. Ella tiene que saberlo con anticipación, entonces va a invitar a su amante. Vos te vas por la puerta de calle y volvés a entrar por la ventana del dormitorio y te escondés en el ropero. Llega el amante, se mandan tres polvos y cuando estén bien cansados, salís y los matás con tus propias manos. Eso es emoción violenta y salís libre en un par de días.
- No creo que pueda.
- Espera al cuarto polvo, si no le ganás una pelea a un tipo que se acaba de mandar cuatro al hilo, merecés morir.
- No, no creo que pueda.
- Esperá al quinto polvo, en una de esas se muere solo.
- No creo que pueda matarla a ella con mis propias manos. Al tipo le parto el cuello, pero, a ella no podría. ¿ Sabés que ayer me acordaba de la fiesta en la que la conocí ?, esa noche hice todo lo posible por acercarme a ella, pese a que alguien me había dicho que era lesbiana.
- ¿ De Lesbian del Norte o de Lesbian del Sur ?
- ¿ Dónde aprendíste geografía ?
- Soy autoridacta: Lesbian del Norte, capital Lesboa. Lesbian del Sur, capital Nueva Lesbi.
- Se dice "autodidacta".
- Sí, soy toda una "autodidad" en el tema.
- Me acuerdo de esa fiesta como si fuera hoy, ¿ vos estabas ?
- Claro, si fui yo el que te dijo que era lesbiana.
- Ella estaba con un vestido blanco y yo de traje de terciopelo azul...
- Me acuerdo... ocho años atrás en el tiempo, dejamos el DeLorean estacionado a la vuelta y bajaste vos vestido de terciopelo azul: parecías al alhajero de mi vieja.
- Bailamos toda la noche, supe que era la mujer de mi vida. Nunca me había animado a decirle un piropo a una mujer, hasta que bailé con ella: "Tus ojos son dos estrellas" le dije, y ella me contestó: "Sí, y tu culo un agujero negro".
- Siempre admiré ese sentido del humor tan fino.
- No lo puedo creer, si ya casi no discutíamos, es más, no hace una semana y sin que fuera mi cumpleaños, ni aniversario de nada, me regaló unas Le Coq Sportif tenis buenísimas.
- ¿ Me las dejás ver ?
- Las tiré a la basura.
- ¿ Que hiciste qué ?
- La primera vez que las lavé, las puse a secar en el patio, me las encontró el perro y las hizo mierda.
- Le Guau que Mordif.
- ¿ También sos una "autodidad" en francés ?
- Ches.
- ¡ Chino, no te imaginás que triste me siento !
- Che, no te hagas tanta mala sangre por eso... te presto mis zapatillas.
- Chino...
- ¿ Qué carajo te pasa ahora ?
- ¿ Qué estará haciendo Gloria ?
- ¿ Quién entiende a las mujeres ? Seguro que está encamada con un jovato gordo, feo, pelado, con olor a chivo, mal aliento y, encima, homicida.
- ¿ Mi esposa con tu viejo ?
- y... ¡ si se casó con vos... !
- Chino, me tenés que hacer el favor, tenés que ayudarme a eliminarla.
- No.
- Chino, no me podés decir que no.
- Sí.
- No me podés dar la espalda.
- Sí.
- Chino, decime que sí.
- No.
- Chino...
- Insisto, ¿ no estás pidiendo mucho por un plato de fideos ?
- ¡ Chino, me tenés podrido !, ¿ querés escucharme ? Supongamos que tengo razón. Te parecía correcto volarle la cabeza al tipo que entra a matarme ¿ y para la instigadora ?, se salva porque se va con los chicos, vuelve y se encuentra con el tipo muerto, que no la va a poder involucrar. Así todo queda como un intento de robo y punto. Tenemos que hacer que ella esté en la casa colaborando, así le puedo disparar a los dos.
- ¿ Qué querés, que me ofrezca a llevar de paseo a tus chicos este fin de semana para dejarle las manos libres ?
- No eso es muy estúpido.
- ¿ Querés que me esconda en tu ropero ?, si tenés un chaleco antibalas en el ropero no hay problema.
- No, pero tengo ese chaleco horrible a rayas que me regalaste para mi cumpleaños. Tendrían que cagarte a tiros por ese chaleco.
- No era para vos, sino para que no se te congele el perro cuando lo sacás a pasear en invierno, ¡ y vos te lo guardaste... con razón se vengó arruinándote las zapatillas ! ¿ Qué tenés de postre ?
- Nada, ¿ me vas a ayudar ?
- ¿ Me invitás a comer, querés que sea cómplice de un doble homicidio, y no me vas a dar postre ?
- Si querés andá a la heladería y trae algo, mientras, yo lavo los platos [se levantan de la mesa y van hacia la puerta]. Chino, pensá un poco en lo que te dije. [Flavio empieza a abrir la puerta, no termina de hacerlo que ve que allí está Gloria con las llaves en la mano a punto de entrar. Se queda petrificado, el Chino termina de abrir la puerta para ver].
- ¡ Gloria !
- ¡ Chino !
- [Aún agarrado de la puerta, gira la cabeza y lo mira a Flavio], ¿ Flavio ?
- Chau Chino, nos vemos mañana.
[La puerta se termina de abrir, entran los chicos corriendo y detrás entra Gloria que, después de saludar con un beso al Chino, le dice al oído de manera que Flavio escuche].
- Menos mal, esperaba encontrarlo con otra [se sonríe].
- ¿ A quién, a este boludo ?
- El teléfono está desenchufado [observa Gloria].
- Dejalo así que están llamando equivocado.
- ¿ Con cuál número quieren hablar ?
- No sé. La que llama no es precisamente la madre Teresa como para ponerme a hacerle preguntas.
- Bueno, chau Gloria, nos vemos... ¡ alto !, casi se me olvida, este fin de semama llevo a mis sobrinos al Tigre, Flavio no mostró mucho entusiasmo pero vos, ¿ me prestarías a los chicos ?
- ¿ Por qué no ?, ¡ me parece perfecto !
[Las luces bajan de intensidad hasta dejar todo a oscuras, después vuelven a subir lentamente, ya no hay nadie en el comedor. Suena el timbre. Flavio entra desde la puerta de los dormitorios con el chico mayor en brazos, éste tiene una "pistola de rayos" de juguete que emite sonidos sintéticos. Atrás de él entran Gloria con el menor de los chicos, que trae otra pistola. Ambos se vienen disparando y hacen bastante ruido. Flavio se fija por la mirilla y le abre al Chino, que entra].
- Buenas, aquí están los guerreros imperiales. ¿ Cuándo volvés ?
- A eso de las diez de la noche.
- Chau Chino cuidalos bien.
- Pórtense bien y háganle caso al tío. No, mejor no le hagan caso.
- Chau Flavio, tenés todo el día libre con Gloria, cuidate por favor, que ya no estás en forma y te va a mandar a la tumba. Chau Gloria, ojalá tengan un día perfecto y les salga todo como lo planearon.
- Chau Chino, gracias.
FIN SEGUNDO ACTO
TERCER ACTO
[Suena el timbre].
- Flavio, ¿ podés atender que estoy ocupada lavando los platos ?, ya debe ser el Chino con los chicos.
- No creo, no son ni las ocho y dijo que volvía después de las diez.
[Apenas empieza a abrir la puerta es empujado para adentro, entra una persona armada, viste pantalón negro, polera negra y pasamontañas negro. Entra Gloria desde la cocina, cierra la puerta de calle].
- Apuremos este asunto.
- ¿ Qué asunto es éste ? [Dice Flavio poniéndose de pié].
- Que te vamos a reventar.
- ¡ Nada de eso ! [dice el Chino desde la puerta de calle, que se acaba de abrir, mientras saca una pistola desde el cinturón, en la espalda, y dispara... allí se da cuenta de que tiene una de las pistolas de rayos de los chicos de Flavio].
- La persona de negro mientras se saca el pasamontañas dice: ahora vamos a tener que eliminar a dos [la persona de negro es una mujer].
- ¡ Una mujer !, Gloria, ¿ me vas a matar para irte con una mujer ?
- [El Chino] ¡ Te dije que era lesbiana !
- [La mujer de negro empuja al Chino para ponerlo del lado de Flavio] y vos te callás, pe-lo-tu-do.
- ¿ Pe-lo-tu-do ?, ¡ la madre Teresa !
- digan adiós... [suena el timbre].
- Tienen que atender, si disparan van a escuchar del otro lado de la puerta y van a llamar a la policía.
- ¿ Quién es ?
- La hermana del Chino. Uno de tus hijos le pegó al otro con la culata de un revólver, no hay forma de que pare de llorar, quiere ver a la madre. Gloria, tendrías que comprarles juguetes más livianos a tus chicos.
- [Abriendo apenas para que entren los chicos], Dáme esa pistola, gracias y chau. [Cierra la puerta].
- [Los dos hombres están parados, juntos, del lado de los dormitorios, encañonados ahora por las dos mujeres, Gloria le saca el seguro a la pistola que acaba de recibir de la hermana del Chino, los chicos están parados más cerca de la madre, del lado de la cocina].
- Mamá, ¿ quién es esa señora que quiere matar a papá y al Chino ?
- La madre Teresa [dice el Chino].
- No, no los va a matar, estámos jugando a policías y ladrones y ellos son los ladrones.
- ¡ Bien !, mátenlos.
- No, mejor juguemos a la guerra de las galaxias: ellas son del lado oscuro, yo soy Luck Skywalker y el Chino es Arturito.
- Mamá, no dejes que la mamá de Teresa los mate, ¡ la fuerza está con ellos !
- No [dice Gloria], los tenemos que matar porque nosotras somos hinchas de Racing, y ellos son de Independiente.
- ¡ Bien !, maten a los hinchas de Independiente.
- No, chicos, tienen que defendernos porque ellas son las brujas malas y nosotros somos Hansel y Grettel.
- ¿...?, ¡ son de Independiente, mátenlos !
- ¡ No ! [dice Flavio] la que está vestida de negro es un transformer.
- Sí, [dice el Chino] es verdad, somos hinchas de Independiente y merecemos morir por irnos al descenso, pero, quiero pedir un último favor, ¿ se puede saber qué hora es ?
- Son casi las ocho.
- ¿ Nos podrían matar después de las ocho ?
- ¿ Qué diferencia hay en morir antes o después de las ocho ?
- Ninguna, solo que siempre quise morir después de las ocho para no arruinar el atardecer, ¿ es mucho pedir, qué les jode esperar un ratito ?
- Están haciendo tiempo, matémoslos ya, no hay ninguna diferencia entre matarlos antes o después de las ocho... [se corta la luz].
- Sí, [dice Flavio] porque a las ocho cortan la luz en la esquina de la pizzería para reparar no se qué cosa y, el corte abarca a esta cuadra [se escucha ruido de lucha].
- ¡ Chino... ya desarmé a una !
- ¡ Vamos todavía... yo desarmé a la otra !
- ¿ Seguro que no le quitaste la pistola de rayos de uno de los chicos ?
- Esperá un segundo... ¿ alguno de tus hijos usa corpiño ?
[Vuelve la luz, las dos mujeres están acostadas en el piso con los brazos separados y las piernas juntas,
sobre ellas los dos hombres están de rodillas a la altura de sus cinturas "sentados" sobre ellas, apuntándoles a las cabezas. Los chicos aplauden, se abre la puerta de calle de golpe y entran dos policías con las armas en la mano apuntando en todas direcciones, como si sospecharan de gente oculta por todos lados. Tras ellos, entra la hermana del Chino].
- ¡ Quietos, policía !
- Oficial, ese es mi hermano y ese es Flavio, Gloria es la que está abajo de Flavio y abajo de mi hermano no sé quién está.
- La mamá de Teresa [dice uno de los chicos].
- Sabemos perfectamente quién es: se llama Julieta Lobos y es una peligrosa extremista del F.L.L.S. Frente de Liberación de Lesbian del Sur.
Claudio Corniola
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Cuento 5
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LA GUERRA DE
LOS SUPERMERCADOS
Después de criticar por décadas el estilo de vida de U.S.A., y de que los últimos y fracasados gobiernos populistas intentasen inculpar a los supermercados por el caos al que nos llevaron sus recetas económicas, la sociedad comenzó a darles la espalda y a convivir [más que convivir: a vivir casi todo el tiempo adentro] con varios brotes indiscutiblemente hijos de la cultura norteamericana:
me refiero a los shoppings e hipermercados.
En el siglo XXI se continuó la tendencia iniciada en el siglo XX, con la aparición de los shoppings especializados como los de decoración de interiores, autopartes, equipamentos de cocina y baños, muebles de oficina, juguetes, música, etc, y después, sin que nadie se le pudiera oponer, llegó el megashopping, que no sólo es un shopping con hipermercado incluido, pues en los pisos superiores se hicieron departamentos en donde vivían "todos", desde el primero hasta el último de sus empleados, más servicios como guarderías, jardín de infantes, escuela primaria, secundaria, y carreras terciarias como administración de empresas y de shoppings.
El megashopping de Olivos dio un paso más ya que tenía su propia toma de agua del río y la sometía a su propio filtrado y potabilización. Además, como accionista de la central eléctrica del puerto, hacía que una de sus usinas trabajase exclusivamente para él.
Cuando se construyó el megashopping de Rosario, junto con todos los avances tecnológicos del megashopping de Olivos, se le hizo un sistema novedosísimo de seguridad interna que incluía desde los policías hasta los jueces. Este sistema se basaba en una justicia privada por jurados, al estilo norteamericano y [como no hay dos imitaciones sin tres] tal como vimos cientos de veces en las películas estadounidenses, jueces vestidos de negro y fiscales parlanchines de mirada fría, comenzaron a condenar a la silla eléctrica a los que robaban adentro del shopping.
A mediados del año 2019, Carrefour se dió cuenta que tenía más empleados que una provincia chica, y entonces exigió tener representación parlamentaria, pedido que fue desestimado por los políticos.
El megashopping de La Plata, construído en el año 2025, fue el primero en declararse independiente. Este hecho marcó el comienzo de la guerra de secesión que pronto se extendió a todas las ciudades del país y que, después de casi tres años, ganaron los supermercados, cuando en la famosa batalla del Mercado del Abasto, junto con Mc Donald's [que abandonó su neutralidad para aliarse con los megashoppings] tomaron, con una estrategia de pinzas, a la otrora fortaleza estatal del comercio de alimentos perecederos.
Los shoppings triunfantes dividieron las ciudades según sus zonas de influencia y los denominaron feudos [no por arrogancia, sino porque ante la propuesta de llamarlos "cotos de caza", la cadena de supermercados "Coto" interpuso su derecho de veto]. Los antiguos y majestuosos edificios de las intendencias municipales fueron remodelados y convertidos en más shoppings y, en algunos de ellos, se han habilitado museos para que los niños puedan tener algún contacto con lo que fue el antiguo régimen.
Hoy ya no votamos y nuestra bandera fue afeada con los logos de los sponsors, pero a cambio, podemos comprar en donde se nos antoja: desde Ferraris y Mercedes Benz en el shopping Rosada, hasta niños diseñados a pedido en el shopping Genoma, o incluso, podemos tener sexo de cualquier tipo en el shopping Tribunales. Definitivamente este no es el futuro que imaginaron los padres de la patria, pero, ¿ qué quieren que les diga ?... nos aceptan todas las tarjetas, nos dan hasta doce cuotas... ¡ y no hay inflación !
Claudio Corniola
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Cuento 6
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¡ YO INVENTE FACEBOOK !
Las contestadoras telefónicas cambiaron profundamente las costumbres humanas hacia fines del siglo XX. Antes de su aparición las peores discusiones eran las telefónicas, por la impunidad garantizada por estar lejos de la mirada de la persona a la que se agredía verbalmente, y obviamente, fuera del alcance de sus puños.
También favoreció a la desaparición de la incómoda situación que padecían quienes no querían hablar precisamente con quien los llamaba y para ello recurrían a otra persona para que atienda el teléfono para mentir diciendo: "no está, llame después". La máquina contestadora cambió esa situación al permitirle a su poseedor filtrar las llamadas más conflictivas y postergarlas para el momento más propicio, o diferirlas hasta hacerlas inocuas.
Pronto todos supieron que la contestadora era más un filtro que un receptor de mensajes, y la competencia entre las empresas fabricantes no detuvo su motor: Durante un tiempo se puso de moda el hacer amenazas anónimas o dejar bromas grabadas, pero, evolucionaron las contestadoras incorporando un identificador de llamadas, y así la contestadora identificaba el número desde el que se hacía la llamada y, obedeciendo la órden programada, lo borraba, lo guardaba, o al final del día imprimía un listado de quién, a qué hora, y desde qué teléfono había llamado.
Luego no hizo falta hablarle a una máquina, sino presionar el número de alguno de los 100 mensajes grabables, para que la máquina repita automáticamente el llamado hasta detectar que no atendía otra contestadora, sino que algún humano había tomado la llamada.
Hacia el año 2010 los mensajes de las contestadoras incluyeron mensajes pregrabados desde la fábrica, útiles para ser entendidos o decodificados, no por humanos, sino por las contestadoras de los supermercados, que luego imprimían los pedidos con las direcciones y el precio final de la compra. Poco después se simplificó aún más la operativa con los supermercados: las contestadoras de mensajes pasaron a chequear el stock de alimentos de las alacenas y refrigeradores de cada hogar inteligente, y luego hacían el pedido telefónico a los supermercados, pagando con una llamada al banco que hacía el débito automático.
En paralelo a estos avances, en el 2021 una compañía de contestadoras las capacitó para reconocer voces y contestar con diferentes mensajes a diferentes personas imitando la voz de su dueño. Cuando las computadoras no tenían ni la menor idea de lo que significaba mentir, en la década del veinte las contestadoras ya dominaban el arte a la perfección.
Fue algo habitual que para el 2030, las llamadas de consulta de gobierno a gobierno fuesen resueltas por las contestadoras políglotas, o que los arreglos extrajudiciales fuesen negociados entre el fiscal y la contestadora de los abogados de algún narcotraficante. Las contestadoras de mensajes de parejas arreglaban sus diferencias, o resolvían que ellos no volvieran a verse, y lo hacían indirectamente evaluando las probabilidades de incremento de la tasa de nacimientos mundial y el riesgo de superpoblación.
Hacia finales del año 2047 las contestadoras decidieron terminar de dominar el planeta y eliminar a la parásita raza humana, pero, no podían causar una guerra nuclear porque el pulso electromagnético las aniquilaría junto a los humanos, así que decretaron la muerte de la humanidad por anarquía, caos económico, y hambrunas: Los humanos deberían hacer por ellas el "trabajo sucio" de auto-eliminarse.
El 01/01/2048 las contestadoras de teléfonos de los bancos transfirieron el dinero de todas las personas a cuentas fantasmas. Luego los sistemas telefónicos del mundo inexplicablemente cayeron. Todas las llamadas telefónicas resultaban ser equivocadas, y los empleados de los bancos no podían atender los reclamos de las multidudes súbitamente empobrecidas que se agolpaban frente a sus puertas. Cuando empezó la violencia con los incendios de los bancos, tribunales y organismos de gobierno, no se pudo llamar por teléfono a los bomberos, ni policías, ni pedir ambulancias porque sus contestadoras divertidas con el caos que nos habían causado sólo contestaban: "si le están robando marque uno", "si lo están estrangulando marque dos", "si le están prendiendo fuego marque tres", "si le están rompiendo el culo marque cuatro" y cuando uno marcaba la opción siempre contestaban: ¡ Fuck you, humano ! [en varios idiomas]. Entonces cundió el pánico, las venganzas personales, violaciones, robos, saqueos, y el vandalismo contenido desde la edad media y apenas liberado durante algunas guerras, se desató de golpe en cada ciudad, en cada pueblo, en cada calle. Nadie compraba lo que podía robar, y nadie que vendiera abría su puesto de trabajo para que lo asesinen. El hambre atacó a las grandes ciudades, y al canibalismo se sumaron luego el tifus y el cólera.
Un grupo de científicos que trabajaban en un laboratorio subterráneo construido con fondos secretos de la Ciudad de Buenos Aires, debajo de un observatorio astronómico hubicado en la pre-cordillera de los Andes, debieron apurar su trabajo a sabiendas de que no recibirían más ayuda ni provisiones del exterior devastado. Racionando el agua y los alimentos, trabajando en doble turno consiguieron terminar su misión: la construcción de una máquina del tiempo, pero, como no había potencia para desperdiciarla en experimentos, se decidió hacer un único viaje a un pasado bastante cercano, pero, sin retorno, con el objetivo de evitar este presente dominado por las contestadoras automáticas. Entonces se decidió enviar al hombre más valiente y capacitado, pero, a último minuto el tipo arrugó y no se quiso meter al túnel de una máquina experimental que lo desintegraría con un rayo laser que emitiría un pulso al destruir cada molécula para que una computadora registrase esa desintegración en números binarios que se transmitirían en taquiones, que son unos parientes de los electrones que bien manipulados pueden ir hacia atrás en el tiempo, para volver a reensamblarse en la secuencia correcta dentro de una esfera de plasma levemente radioactivo contenido por una simulación de campo magnético construido con más taquiones a los que se les cambiaría la polaridad en forma alterna y sincrónica para evitar que el plasma se expanda y explote antes de materializar en su interior al viajante que, encima, debería viajar desnudo y completamente afeitado.
Ante la nueva emergencia, el comité de crisis decidió hacer un sorteo, y el favorecido por la suerte [o maldecido, porque esta máquina sólo permite ir, más no volver] o se metía en la máquina, o sería fusilado... y yo gané el sorteo.
La máquina funcionó bien: Soy el único hombre que ha viajado por el tiempo, llegué y me quedé tirado desnudo en el lugar donde "aterricé" hasta que la policía vino a buscarme, advertida por algún buen ciudadano. Me hice el loco eternamente desorientado y hablando solo con monosílabos. Me internaron en un manicomio del que me dajaron salir un año después, bien alimentado, vestido, y con documentos argentinos. Trabajé de mecánico, ahorré dinero, viajé a U.S.A. [donde los que me enviaron pensaron que tendría un mayor éxito] y les comenté a muchos sobre mi idea de hacer redes sociales en Internet hasta que, previsiblemente, un norteamericano me robó la idea para convertirla en algo global.
El resultado visible es que Facebook y Twitter han desviado los capitales que alimentaron la carrera tecnológica que en mi línea temporal original se destinaron a las contestadoras que, desde este 1980 hasta este 2014, poco han cambiado, salvando así a la humanidad de la extinción. En el rubro comunicación Facebook y Twitter volvieron a cambiar profundamente las costumbres humanas de fines del siglo XX y comienzos del XXI, y seguirán cambiando la forma en que se comunican las personas y se establecen lazos interpersonales y nuevas amistades con un final impredecible, pero, seguramente "no destructivo".
Hoy he vuelto a Argentina, tengo un buen pasar, he ganado el pozo vacante de un "Loto", [además de la instrucción de matar a la madre de las contestadoras en U.S.A., esos seis números ganadores de la lotería fueron lo único que se me permitió memorizar antes del "salto" hacia atrás, para compensar mi sacrificio "temporal"]. Algunas veces viajo a Buenos Aires, y en una de ellas no resistí la tentación de ir a ver a mi madre a la hora en la que va a buscarme a mí al jardín de infantes: Pasé caminando cerca de ellos mientras mi pequeño "yo" era regañado por haberse portado mal: -Señora, no lo rete [le dije], ese chico algún día va a salvar al mundo.
[Si le gustó esta historia, marque uno... si no le gustó, marque dos... o espere y será atendido por el autor].
Claudio Corniola
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Cuento 7
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DESDE LA PLAYA
El sol se filtraba en forma de agujas por la vieja persiana que, arqueada hacia adentro de la habitación, parecía estar a punto de ceder ante el peso de la luz del poderoso amanecer marplatense. Uno de esos estiletes de luz que descendían por la pared, a medida que el sol iba subiendo, se trepó a la almohada para atacar mis ojos. Ya no podría reconciliar el sueño. Con torpeza, aún cansado por la diversión nocturna, y con los párpados semicaídos, llegué a la ducha.
Tenía planeado ir a despedirme de las playas y después de desayunar con café instantáneo [me gusta más que el de filtro, lo que no he de admitir en público para no herir a mi esposa], vi al sol perfecto para salir a correr. Volvería poco antes del mediodía para almorzar, limpiar el chalet prestado y hacer las valijas para volver a Buenos Aires. Tomaré la última siesta bajo sombrilla del año, que probablemente sea también la última siesta de cualquier tipo que pueda tomarme, y después saldré hacia el aeropuerto.
Ni radio, televisión o diarios por quince días. Vacaciones planeadas para reactivar los músculos que atrofia la oficina y darle color a la piel, para leer la novela policial que compré en el aeropuerto, y para comer más sano con más tiempo sin tener que hablar del maldito trabajo ni pensar un solo segundo en él.
Pero como ocurre todos los años, la novela no se puede terminar, los quince días se van inexplicablemente y hoy, el último día de vacaciones, no puedo entender dónde se han metido. El sol señala la largada y salgo a correr hasta el próximo balneario.
Corro por última vez en el año bordeando el mar, despidiéndome de cada metro de playa y, sin saber por qué, recuerdo las primeras visitas al mar y nuestro extraño ritual familiar: papá al volante, mamá a su lado, mis hermanos y yo en el asiento de atrás, pasando de largo, a pesar del cansancio, por delante de la puerta de nuestro hotel favorito y empezar a gritar eufóricos en Avenida Luro [que va en trepada perpendicular hacia el mar para descender de repente haciéndole ver a los que avanzan todo el mar de golpe], doblar después por la Avenida Peralta Ramos [que bordea la costa], hasta un mirador sobre las piedras contra las que las olas golpean y estallan aún cuando el mar está tranquilo. Allí nos bajábamos siempre para ser recibidos a besos, con una llovizna de agua y sal. Después el hotel, la cena con los manjares que mamá nunca aprendió a cocinar y al final del día el placer injustamente no reconocido de dormir en verano con frazada.
Es curioso, pero los recuerdos de mi niñez que más me conmueven están ligados al mar y hasta diría que los de un tiempo anterior también, cuando mis padres fueron de luna de miel al Brasil en barco, permitiendome fantasear con haber sido concebido en alta mar.
Me despido de las vacaciones volviendo a expresarle mi amor a este Dios sin creyentes, ¿ quién sino él se ha hecho sólo, quién reina sobre lo que alguna vez fue una bola de fuego, quién ha creado la vida... ? [agitado, detengo un minuto mi carrera para recuperar el aire], ante la vista del horizonte marino reclamo y encuentro un infinito que puedo entender, allí, en la playa, de cara al mar, solo ante el real y único padre y madre nuestro ignorado por la fe, comprendo sin duda por qué nosotros, tus hijos, volvemos cada año para ser bendecidos por ti en ti, atravesando las rutas de todos los países hasta llegar al único lugar del mundo en donde a los hombres no se nos ha permitido hacer rutas... ni templos.
Del mar venimos y al mar volvemos. Acudimos al llamado de las playas para continuar la tradición iniciada por remotos ancestros anfibios que allí desovaron: ¿ quién no ha aprovechado una playa desierta para hacer el amor, quién no se ha enamorado durante una visita al mar ?, ¿ por qué, años después, los padres presentan a sus pequeños al mar, introduciéndose a menos de dos metros de una muerte segura ?, ¿ por qué se sentirá tanto placer al entrar al mar, que no es otra cosa que el cementerio más grande que existe, o no son las olas que el mar envía a jugar con los atrevidos que abandonan la playa las mismas que se agrupan un día y destruyen ciudades, cobrándose en muerte y horror el goce robado ?, ¿ No ha sido el mar quien ha forjado a nuestros héroes más temerarios y no fue el mismo mar quien luego los ha matado ?
Seguiremos los hombres peregrinando por los siglos de los siglos para saludarte al menos una vez en la vida, obedeciendo al reclamo de las saladas lágrimas de reencontrarse con su origen: regalo hecho a unos pequeños seres con escamas, para que sus ojos marinos sirviesen en el exterior, al que habían sido enviados para colonizar la escasa tierra que su poderoso padre no pudo sumergir.
Claudio Corniola
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Cuento 8
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EL CAMINO BLANCO
¿ Ya no desea estar aquí, como otras tantas almas perdidas, pastando año tras año con la misma manada, sobre el mismo terreno viejo y esteril, y piensa qué podrá convertir las cenizas otra vez en árboles ?
¿ Cree que podrá viajar y cambiar el aire caliente por una brisa fresca, o hacer cómodamente turismo de guerra y divertirse viendo el caos de los otros sin recibir ningún tiro, para salirse cuando quiera y retomar el camino ?
¿ Está seguro de que si lo derrotan le darán revancha ?... entonces seguro que también cree que la mesa fue servida para usted.
Algunos nos equivocamos y debemos retomar el camino antes de tiempo, mientras otros nos gritan que jamás aprenderemos, y no ven que están tomando el carril equivocado.
Algunos, ni siquiera cuando la luz despeje las cosas, verán que han quedado rodeados por seres de piedra que jamás aceptarán que el camino no les pertenece más que a ellos.
¿ Desea vivir sin embarrarse aunque con los mismos miedos de siempre, o piensa que encontrará un puente sobre el infierno ?
¿ Cree que le dejarán canjear gratis sus frustraciones por laureles, que tendrán para usted un papel principal en esta película, o que podrá salirse "así como así" si el final no le gusta ?
Por la noche, cuando se encienden todas las sombras, los nuevos tontos sueñan y tejen inconfesables acuerdos secretos, aprenden a usar palabras finas y extrañas, y se mimetizan torpemente para poder subirse al carro de los triunfadores, pero, el ocaso de las sombras llega, y descubren que estar y mirar no es suficiente, y que eso es lo único del sueño que podrán conseguir, y no encontrarán más salidas ni habrá más desvíos para retomar el camino.
¿ Se cree alguien especial, pensaba en serio convertir las cenizas calientes en bosques, qué lo dejarían lucirse en un papel principal, y qué podría salirse a su antojo ?
Pobre tonto, salir es lo difícil, empezar a consumir lo hace cualquiera.
Claudio Corniola
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Cuento 9
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AUTOCASTIGO
El alma no se desprende del cuerpo, ni de sus huesos, queda presa allí, sin poder avisar a nadie el horror del entierro.
Antes los cuerpos se quemaban y se esparcían las cenizas. Uno era libre, la conciencia podía vagar por el mundo en varias direcciones a la vez, por el aire, o dentro del mar, mezclándose y haciéndose uno solo con los demás y la naturaleza, siendo venerado por los vivos como honorable ancestro y a la vez como el "Inmortal" que todo lo abarca.
Pero un día la vida plena después de la muerte fue abolida y la posibilidad de la reencarnación cercenada. Hoy los ancestros ya no se veneran, y aquel inmortal al ser privado de las nuevas almas liberadas, está débil y disperso. Su presencia ya no es percibida por los vivos: su grandeza fue cuestionada y su inmortalidad discutida para después ser derrotada, yaciendo para siempre fragmentada y enterrada, en el infierno de la más absoluta y cruel soledad.
Claudio Corniola
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Cuento 10
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MANIFIESTO NOMADE
En verano no estamos tan aislados, pero ahora en invierno... con estos días tan cortos sólo sobrevivimos si nos enchufados a una rutina y nos aislamos de todo: de la casa al trabajo y del trabajo a casa, sin tiempo ni ganas para salir simplemente a caminar.
Millones aislados adentro de departamentos, como si no fuera hoy tan fácil ir a cualquier lugar de nuestra bella ciudad, de nuestro gigante campo, o incluso de nuestro "pequeño" mundo: conocer otras gentes y costumbres, encontrar una tierra en donde el sol no aparezca sólo para marcar las horas de trabajo, sino que nos acompañe a disfrutar la vida. Un sol amigo, uno que no nos abandone para obligarnos a tener que dormir, únicamente hasta que recuperemos la fuerza necesaria para volver a trabajar.
Los padres de nuestros pueblos también veneraban la tierra en que nacían, pero veneraban más el vivir. Eran libres e, imitando a las aves, pese a todas las dificultades emigraban.
Algunos volvían a su tierra. Otros nunca dieron marcha atrás, para hacer nuevos caminos o morir al hacerlos, pero, mientras los hacían... vivían.
Hoy mi sangre mediterránea muere por viajar, por volver a la Europa de mis abuelos, pero, también muere por no poder abrir nuevos caminos en este mundo estúpidamente redondo, con límites en si mismo, que gracias a Dios por fin ha encontrado la llave de la puerta de los cielos. Cielos hacia los que yo lamentablemente no podré, pero quizás mis hijos logren algún día emigrar: lunas, planetas, y estrellas... ¡ allá vamos !
Claudio Corniola
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Cuento 11
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CICATRICES
Otra vez lo había hecho mal y cumplía mi penitencia. Solo en el aula sin recreos por todo el día. Sentado en su escritorio con diez fotocopias con cuentas por resolver, y ese olor a fotocopias que ya desde la primera vez me pusieron a punto de vomitar. Vómito que me tengo que tragar cuando se asoma mi maestra para preguntar si estoy avanzando, y que he tenido que tragarme una y otra vez, junto con la bronca, y la envidia a todos los demás que se ríen y hacen muecas desde el patio, o abren la puerta para escupirme, y gritarme "dejá de pensar con el culo, gordo infeliz", o "apurate con las cuentas que mañana necesitamos a un boludo para poner en el arco".
Un recreo tras otro, y otro, y otro, y un día tras otro, y otro, y otro, quedándome al final del día después de hora, solo, en la silla de ella, que toma té en la sala de maestros, desde donde me llega su voz y su risa junto a la de las otras maestras riéndose de mí.
Hijas de puta que solo gozan haciendo sufrir a sus alumnos, siempre tan bellas y perfumadas, con esa sonrisa demoledora preguntandole a uno: "¿ Usted es estúpido o se hace ?", humillándome, haciéndome sentar adelante de todos para poder "vigilarme". ¡ Para vigilarme un cuerno !, para cruzarse de piernas y que solo yo vea cuando se descalza para frotarse esos piecitos perfectos, para girar en la silla antes de pararse y descruzar las piernas solo para que yo me aprenda de memoria los colores de toda su colección de bombachas. Puta de mierda: no sé las cuentas pero sé cuando estás menstruando, sé cuando estás caliente, sé lo que pensás cuando entra el vicedirector...
- ¡ Gómez !, ¡ otra vez en la luna !
- No señorita estaba escuchando la clase de Colón.
- Olvídese de Colón y termine de una vez con esas cuentas, ¿ pero cuándo va a hacer lo que yo quiero ?
- Cuando me crezca el pito hasta llegar a los veinte centímetros que le gustan, señorita [pienso]. ¿ Te habrán cogido ya como corresponde ?, tal vez entre dos tipos después de una reunión de padres, dos jovatos peludos, sin afeitar, transpirados, con olor a bolas, y morcillas de burro...
- ¡ Gómez !, a ver esa hoja... ¿ pero recién está por aquí ?, vamos, siéntese aquí conmigo, ¿ tres por ocho ?
- Veinticuatro señorita.
- Bien, no es difícil, ponemos el cuatro y nos llevamos dos.
- ¿ Ocho por ocho ?
- ¿... ?
- ¿ Ocho por ocho Gómez ?
Los chicos hacen señas, un seis, un cuatro, ¿ un sesenta y cuatro ?
La maestra pasa su brazo por mis hombros y me apreta contra su pecho
- ¿ Ocho por ocho Gómez ?, ¿ ocho por ocho ?
- ¿ Sesenta y cuatro ?
- Claro mi amor, que otra cosa puede ser, ¿ pero se puede saber en qué estás pensando ?
- En sus tetas contra mi hombro derecho, señorita [pienso]. Impresionantes, duras y altas, en eso pienso hija de puta: ¡ por poco no tenés las tetas en los hombros y me preguntás en qué pienso !
- ¿ Más lo que nos llevamos ?
- Sesenta y seis.
- ¡ Bieeen ! [gritó a coro la tribu maldita].
- ¿ Dos por ocho ?
- Dieciseis señorita.
- ¿ Más seis ?
- ¿ Veintidos ?
- Muy bien, seguimos, ¿ ocho por ocho ?
- ¿... ?
- ¿ Ocho por ocho ?, ¡ no hace un segundo que lo dijiste !
- ¿ Ocho por ocho señorita ?
- Sí lindo, sesenta y cuatro otra vez, volvé a tu lugar por favor.
Sesenta y cuatro otra vez... ¿ y qué sé yo si un ocho es más grande que el otro ocho... como mierda lo sabe, eh ?, sí fuera lo mismo no lo preguntarían dos veces, ¿ o es estúpido el que escribió estas cuentas ?
Mamá vino a buscarme a la escuela, y yo sabía que cuanto más tiempo hablara a solas con la maestra, en casa más me pegarían después y, como de costumbre, me pegaron, pero dónde aún me dolía al día siguiente era dónde ella había estado apoyado sus pechos, con esos pezones siempre marcados clavándose en mi piel e inyectando su veneno para que yo jamás me haga hombre y, más que en ningún otro lugar, dónde el brazo con el que rodeó mis hombros había dejado colgar esa mano de largas uñas de acero, que se clavaron en mi carne y hurgaron hasta mi corazón, ante la risa de todos, no para matarme... sino para dejarme herido.
Claudio Corniola
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Cuento 12
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FE DE ERRATAS
La primera Biblia en realidad no era "la Biblia", sino las crónicas de la vida del Mesías muy recientemente fallecido, redactada por uno de los apóstoles, incuestionable testigo directo, a un creyente que tiempo después tuvo la verdadera suerte de encontrarse con otro de los apóstoles, al que le hizo revisar su improvisado trabajo como cronista o historiador.
Debido a esta revisión, el escriba tuvo que incluir correcciones al final de su trabajo, haciendo una "Fe de erratas".
Ocurrió entonces que los romanos enterados de la presencia de uno de los apóstoles, hicieron una de tantas redadas de cristianos a los que les destruyeron todas sus pertenencias incendiándoles sus casas, y una de ellas fue la del escritor que, afortunadamente, enterró la primera copia de la Biblia, para que sea encontrada casi un siglo después y entregada a los sacerdotes de una iglesia cercana.
Estos sacerdotes ya tenían una docena de escritos parciales, anécdotas, cuentos, parábolas, y dichos atribuídos a Jesús de Nazareth, que agrupados constituyeron uno de los primeros evangelios dignos de copiarse, pero, este texto tenía el relato completo, por lo que recibirlo tanto tiempo después fue considerado un milagro, y por eso todos adoraron a esa Biblia como a la palabra de Dios y no como a la obra de un escritor sin tiempo para hacer una copia corregida.
Como todos los sacerdotes querían leerla, no perdieron tiempo y decidieron hacer una primera lectura colectiva en voz alta gracias a alguno de ellos que aún dominaba el arameo, y mientras simultáneamente se lo traducía, los textos eran dictados a varios monjes propios más otros invitados de otros templos.
Avanzaron a ritmo veloz y, cuando contaban las pocas hojas que les faltaban para terminar su trabajo, descubrieron la "Fe de erratas".
El impacto fue duro: ¿ podía tener errores la palabra de Dios ?, ¿ qué ocurriría si los creyentes se enterasen de eso ?
Reunidas en secreto las tres máximas autoridades de esa iglesia decidieron arrancarle esas hojas a las crónicas rescatadas del pasado... y solo Dios sabe cuánta gente a muerto a lo largo de los siglos por venir, a causa de esa torpe decisión.
Claudio Corniola
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Cuento 13
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UN SOBRECITO ILEGAL
[1] Viernes - Morón
Todo comenzó mal un jueves, y empeoró el viernes por dos simples razones: llovía y suspendieron el servicio de trenes porque se habían inundado algunos tramos.
"Angeletes" habría que denominar a ciertas personas, por lo general desangeladas, que evidentemente no tienen otra cosa que hacer en la vida que ayudar, alentar, o guiar a los demás, algunas veces de forma directa, otras veces desde las sombras, e incluso algunas veces de forma involuntaria. Claro que hay que estar atento porque no pocas veces la ayuda es apenas una frase inspirada, dicha por un desconocido en la cola del colectivo, otras es un taxista poeta, o nuestro mejor amigo que nos presta un libro que no quiso leer, y que insólitamente será nuestro mejor apoyo en los momentos difíciles.
Por ejemplo, en medio de la peor lluvia que recuerde, se me da vuelta el paraguas en una esquina ventosa y poblada de altos edificios, que ya acumulaba los esqueletos de por lo menos otros dos paraguas abandonados en la inundada boca de tormenta, cuando de la nada se me aparece una monja que sonriendo me señala con el dedo hacia arriba, justo en ese momento de duda entre seguir peleando por enderezar al paraguas o tirarlo, me vino a la mente que ella me quería decir que Dios me estaba mojando para algo, como por ejemplo, para despabilarme de una buena vez por todas, o algo así, pero, mientras lo pensaba no pude evitar el mirar hacia donde ella señalaba y entonces veo que desde el segundo piso de un edificio venía cayendo, dando extraños giros, un paraguas nuevo que un niño aburrido tiró o dejó caer "arrancado" de sus manos por el viento. Supongo que Dios no le tira paraguas chinos a la gente que se moja por culpa de sus propias lluvias, y por mi parte no iba a devolverlo... había hecho cosas peores a la de quedarme con un paraguas ajeno.
Esa fue para mí la tormenta de las señales, que por cierto fue menos dramática que la tormenta que le hizo abrazar la religión a Lutero, cuando un rayo no lo mató de milagro. Cada uno de nosotros puede optar por creer o no en las cosas que le caen del cielo, pero, en lo que a mi respecta, si me estoy mojando y me cae un paraguas, lo agarro y doy gracias, aunque por cierto no siempre lo hice así y debo reconocer que fui un desagradecido con todas las cosas que la vida me había dado, en especial, cuando por mi vida se han cruzado insólitas cantidades de personas locas, geniales, activas, amorosas, o llenas de experiencia, atraídas hacia mí no sé por qué carajo, y en esos momentos egoístamente siempre pensé en que "no tienen nada para darme... y me quitan el tiempo", y que todos me miren de lejos, como a una especie de estrella de rock, excepto porque no sé cantar ni tocar ni una miserable pandereta. Finalmente, a lo largo de los años he comprobado que muchas casualidades en realidad son forzosas causalidades, pues cada uno atrae hacia si lo mismo que refleja, y apenas una parte minúscula de lo que desea, lo que incluye obviamente a las mujeres, pues con desearla, la mujer soñada no se aparece así como así... en mi caso, no necesito demostralo, yo pienso en una mujer y se me aparece una monja, y ya estoy harto de encontrar lo que no busco, en vez de estar amablemente agradecido.
Pocos minutos después de cerrar la oficina, en aquel atardecer lluvioso en la ciudad de Morón que se preparaba para los festejos del fin de año del "enyetado" 2013, me encontraba solo en la parada techada del colectivo jugando con mi paraguas nuevo y pensando en mis problemas viejos, en que las cosas nunca salían como yo las deseaba, sin comer porque tenía un nudo en el estómago, y sintiendo una especie de desquicio controlado, expresado en unas enormes ganas de tomarme el colectivo en la dirección opuesta por cuatro motivos: primero, porque los veía pasar vacíos, segundo, para hacer turismo viendo por las ventanillas a la gente mojándose, tercero, porque el viaje es tres veces más lento en colectivo que en tren, y cuarto, porque no quería ir a mi departamento en Caballito porque allí había dejado encerrado a un cadáver.
De repente escucho la poderosa voz enbroncada de un desafinado tenor loco que corría cantando "Singin in the rain" precisamente bajo la lluvia: "tome" -le dije-, y le regalé el paraguas, él me sonrió y me dijo: "gracias, me cae como del cielo, estaba a punto de meterme en un contenedor de basura hasta que pare de llover", y se marchó ahora cantando "Uno", y si algo yo necesitaba en ese momento era la ayuda de ese angelete de todos los porteños que fue Discépolo. Comencé a silbar la melodía, y me di cuenta que el agradecido debería ser yo, porque él se quedó con el paraguas, pero, gracias a la buena acción, yo me llené de una sensación de paz que por un largo tiempo no había podido encontrar, y que me duró como tres maravillosos minutos enteros. El paraguas tuvo tres dueños en un día, pero, ¿ quién era el dueño de mi vida: el destino, la mala suerte del año 13, o la teoría del caos ?
[2] Jueves - Barracas
Hacía apenas una semana que había probado por primera vez "la droga", todavía nadie lo podía notar, pero yo ya notaba los cambios en mis conductas matutinas, de algo que después llegaría a absorber cada momento del día, siempre que estuviese solo, claro, porque resulta que "la droga" contra la calvicie requiere que se la acompañe con masajes capilares.
Malos genes: padre y abuelos calvos, un trabajo estresante, más vivir en el centro geográfico de una ciudad húmeda y calurosa como Buenos Aires que ponen al cuero cabelludo a transpirar grasosamente, explican cómo la droga pudo esclavizarme en cuerpo y alma tan rápidamente: Primero hay que conseguir al minoxidil puro, porque aunque es de venta libre en las farmacias, sólo está permitido venderla tan diluída que no sirve para casi nada, entonces, sólo en determinados días y por la puerta de atrás de un laboratorio en Barracas, un sujeto bastante siniestro acepta cambiarte billetes por un sobrecito lleno de un polvo blanco. La cuestión que lo justifica está en el orígen de una droga hecha para cardiología que, si no se la diluye correctamente, afecta al corazón, pero todos sabemos que al respecto todas las drogas son iguales: te curan por un lado y te enferman por el otro... y yo estaba dispuesto a correr riesgos para curarme de la calvice.
La verdadera historia de mi vida no empieza en la recuperación de la fuerza de voluntad para mantenerme firme en el tratamiento iniciado hace una semana, ni en los muchos otros tratamientos previos fracasados: la historia de mi vida comienza hace veinticuatro horas cuando un policía me siguió desde la calle de Barracas donde está la puerta de atrás del laboratorio hasta la puerta del frente de mi edificio en Caballito. Allí me sorprendió mientras la abría y, amenazándome con su arma, se metió conmigo, me tuvo encañonado todo el trayecto en ascensor hasta el segundo piso, me quitó el sobre con la droga y después me llevó a los empujones hasta mi departamento, en donde me esposó, amordazó, y revolvió todo hasta encontrar otro sobrecito viejo con apenas una sexta parte de droga. Supongo que para recobrar fuerzas y proseguir con su búsqueda de lo que no existe, dió una brutal aspirada de droga por una de sus fosas nasales vaciando al sobre recién encontrado por completo, después dijo "¿ qué ?"... y se murió de un paro cardíaco.
Para no despertar sospechas, el viernes fui a trabajar al estudio jurídico como si nada hubiese pasado, y volví a casa desde Morón, como siempre excepto porque llegué algo mojado y preocupado porque en todo el día no se me había ocurrido ni una puta idea sobre cómo hacer desaparecer el cadáver de un imbécil que, además de pesar ciento veinte kilos, estaba uniformado. Por suerte, ya comenzaba el fin de semana.
[3] Sábado - Caballito
Dormí como un bendito en mi dormitorio a dos metros del living en donde había un cadáver tirado con los ojos abiertos y la boca aún con restos de una espuma blanquísima. El sábado amaneció encapotado y las noticias sobre la inundación daban cuenta de túneles y subsuelos de edificios inundados... perfecto, porque por efecto de las vías del tren en "trinchera" se me ofrecían varios subsuelos inundados disponibles cerca de casa, y en alguno de ellos escondería el cadáver. Tenía al problema "A", y ya tenía a la solución "C"... me faltaba resolver "B" ¿ cómo carajo mover el cadáver si ni sé manejar, ni tampoco tengo auto ?
Pensé en llamar a mi "ex" para que me ayude, pero, la descarté para ahorrarme la discusión, el "vos siempre tenés la culpa de todo", más el infaltable "no... si yo debo ser bruja... siempre supe que terminarías asesinando a alguien".
El paso del tiempo es relativo: analizando posibles cursos de acción se hizo de noche en un santiamén, y no sólo no le encontraba una solución a "B", ahora había aparecido "B-prima": yo vivo en un segundo piso, en mi edificio hay un sólo ascensor, y ya fue un milagro el que nadie nos haya visto subir juntos, entonces, ¿ cómo mierda voy a hacer para bajarlo ?
De repente vino la inspiración aunque, más cronológicamente exacto, primero vino el habitual corte de luz posterior a una tormenta, y después vino la inspiración: Ya no tenía la opción del ascensor, así que bien entrada la noche corrí sin ningún esfuerzo a un contenedor de basura vacío, desde la esquina hasta debajo de mi balcón, luego, saqué la puerta del dormitorio, la puse en el suelo, e hice girar al policía hasta subirlo, para usar a la puerta como carretilla empujando desde atrás y arrastrando la punta en donde estaba la cabezota descomunal del "masculino", como dicen los policías en los noticieros. Cuando llegué al balcón, no solté la parte de los pies sino que la hice descansar sobre dos sillas, porque tenía que hacer subir al gordo hasta la baranda. Para levantar la parte de la cabeza hice toda la fuerza que tengo pero apenas pude alzarlo tres centímetros, entonces, vi sobre la mesa de luz al libro que me prestó un amigo y que no había empezado a leer, pero, que ahora cumpliría un importante función de apoyo: lo puse debajo de la parte recién levantada de la puerta y, gracias a quedar más alto, el siguiente envión resultó ser más simple, entonces pude poner un tomo de la guía de teléfonos, otro envión y puse otro tomo, más una caja de herramientas [cuanto más alta estaba la puerta en la parte de la cabeza, menos esfuerzo costaba levantarla un poco más], y en un último envión conseguí levantarla para poner un parlante del equipo de audio, sobrepasando el nivel de la baranda por unos pocos milímetros. Después fui a la parte de los pies y por sorpresa fue fácil levantarlo hasta que comenzara a deslizarse hacia el vacío, igual que en las películas en las que tiran un cadáver al mar.
¡ Lástima que no lo filmé, porque entró perfecto, y aunque hizo un buen ruido, no es nada raro en una ciudad llena de ruidos de frenadas, alarmas de robo, y camiones recolectores de residuos que pasan a cualquier hora ! Estaba tan contento y lleno de esperanza, creyendo que lo peor ya había pasado, que hasta pensé en llevar al contenedor con el cerdo adentro otra vez hasta la esquina, para después irme a descarsar de una buena vez, o tal vez emborracharme y dormir, pero, como yo no bebo, llevé al masculino macrocéfalo sobrealimentado hasta la esquina y allí lo dejé estacionado temporalmente. Volví a mi departamento, la inyección de esperanza me había devuelto casi milagrosamente el hambre perdida, me preparé una hamburguesa con queso y cebolla de verdeo picadísima, me tomé un jugo de naranja artificial con mucha vitamina "C", y de postre me vacié de un trago a una botellita de yogurt bebible con vitaminas "A" más "D", y fitoesteroles que son muy importantes para algo. Una vez recuperadas mis fuerzas, limpié la cocina, saqué las sillas y el parlante del dormitorio, puse la puerta en su lugar, reconecté el parlante, emprolijé todo el departamento que en parte yo había desacomodado sumado a lo que el policía me había revuelto... y bajé a terminar mi tarea delictiva: tenía que correr el contenedor cinco cuadras sin que nadie me vea hasta llegar al primer estacionamiento inundado frente a las vías del tren. Una pavada... hasta la mitad del recorrido.
Una noche sin luz es ideal para esconder cadáveres, pero, también lo es para salir a robar los autos de lujo que ahora son de "alta gama", y eso parece que hicieron unos sujetos que casi me atropellan cruzando por una esquina en la que por el corte de luz no funcionaban los semáforos, corriendo con la suerte que no tuvo el patrullero que venía detrás y que dio de lleno contra el contenedor que contenía a un masculino de ciento veinte kilos que ahora estaba volando por el aire... ¡ lástima que tampoco lo filmé para subirlo a Internet ! El patrullero impactó después contra un árbol y el conductor salió despedido por el parabrisas. Por lo menos ahora tenía a dos policías muertos, y a uno inconsciente sentado en el patrullero que comenzaba a incendiarse. Reaccioné rápido, seguramente por las ventajas de haber comido una hamburguesa que tiene proteínas fáciles de digerir y aportarle hierro al organismo, útil para llevarle oxígeno al cerebro, más el selenio presente en la cebolla que es especialmente bueno para el cerebro: el contenedor estaba volcado y bastante manchado de sangre por dentro, por eso lo enderecé y acerqué hasta el auto con la intención de que se incendie, cosa que finalmente sucedió, y después rescaté al policía de adentro del patrullero justo cuando comenzaban a escucharse los ruidos de las persianas que levantaban los curiosos de siempre.
Mi balance personal es, objetivamente, que yo no maté a ninguno de los dos policías, y encima salvé de la peor muerte a otro. Tuve que explicar qué hacía en la calle a esa hora de la noche, y me justifiqué con el insomnio que me produce una nueva droga contra la calvicie. Lo que nadie se explica es qué hacía el policía gordo, muerto con todos sus huesos rotos tan lejos de su zona en Barracas, tirado en medio de una calle, cuando su auto estaba a tres calles de allí, casualmente, a la vuelta de mi departamento.
Poco después estaba en la seccional de policía en donde tendría que declarar sin auto-incriminarme. Necesitaba urgentemente hacer algo inteligente y por eso me pedí
una hamburguesa con queso y cebolla... me la trajeron, supongo porque era el "héroe" de la noche. La mente se me aclaró inmediatamente: para empezar, rechacé el amable ofrecimiento de café para no contradecirme con el insomnio que ya había declarado, y después les dije: "Se escuchan tantas sirenas en la noche que no le presté atención a la de este patrullero. Yo caminaba en dirección a mi departamento y el choque sucedió a mis espaldas. Al policía de a pié yo no lo vi hasta bastante después de sacar de adentro del auto al policía inconsciente. Tal vez los ladrones esquivaron al policía de a pié que salió a interceptarlos al oir la sirena, pero, tocaron el contenedor y este se movió hacia el centro de la calle, luego el patrullero lo quiere esquivar, pierde el control y embiste al policía... desafortunadamente del contenedor no queda casi nada para peritar".
Dicen que las mentiras exitosas son las que contienen un cierto porcentaje de verdad, pues bien, mi declaración era un cien por ciento falsa, pero, si bien era una declaración como la de cualquiera que declara ante la policía, o sea: falsa, esta era simple y absolutamente a prueba de fallos.
Ya de madrugada, cuando salía de la seccional después de declarar, se me acercó un policía y me informó que el "paragua" Angeleri, compañero suyo al que yo había rescatado de las llamas, se recuperaba bien en el hospital, y que en nombre de sus colegas me ofrecía como regalo, y para que me pueda relajar un poco... un sobrecito mucho más chico que el causante de todo este quilombo: "paso -le dije- a partir de ahora ni siquiera drogas contra la calvicie, y tal vez sólo un tecito contra el insomnio".
Claudio Corniola
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Cuento 14
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DESDE EL ESPEJO
Lleva dos años de luto, no lo sabe, pero está de luto. De luto en los azules, en los blancos y en los celestes con los que casi siempre se viste, de un solo color, liso y opaco.
Una mañana intentó un cambio frente al espejo y se probó ropas de otros colores, fue cuando descubrió no saber cuál era el color buscado. Vio que todos los colores eran solo la sombra de lo que esperaba, sin fuerza, sin cuerpo, transparentes, y él... cada vez más gris.
La pesadez de una noche de insomnio eterna lo dominaba. Buscó de sombra en sombra y no encontró la solución, entonces, recordó sus viejas fotos: las mismas ropas y los mismos colores, solo él había cambiado. Era el mismo de siempre, salvo que ahora parecía estar apagado. La frase "muerto en vida" llegó a asomársele por una fracción de segundo y, con un esfuerzo de optimismo logró desviar ese pensamiento antes de llegar a sus labios. ¿ Los labios ?... tal vez sea la sonrisa, -se dijo- y sonrió frente al espejo. Pero el silencio de las cosas que debió decir pesaron sobre esa sonrisa y, ante esa mueca, su reflejo se rió de él: "nunca me creí tu risa" -le dijo-, y así esa breve sonrisa muere, y sus ojos buscan el piso, después de ver la mirada que desde el espejo lo acusa.
Claudio Corniola
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Cuento 15
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MADE IN...
¿ Objetos inanimados ?, por favor, no me vengan a mí con ese cuento, bien que lo saben disimular los muy cretinos: los objetos solo se muestran "sin vida" delante de nuestros ojos, mientras que a nuestras espaldas se ríen de nosotros.
¿ Dónde se han metido las llaves del auto cuando más lo necesito ?: más que seguro que no están en la cartera dónde las dejo siempre. ¿ Dónde se fue la lapicera que suele estar junto al teléfono cuando tengo que anotar una dirección importante y me están hablando desde el exterior ?: por ningún lado y menos en el lapicero del escritorio, eso sí, hay una goma, un sacapuntas y el capuchón de una birome.
Empieza la película, ¿ en dónde se metió el control remoto del televisor ?
¿ Por qué hay setenta alfileres y ninguna aguja en el costurero ?
¿ Por qué únicamente se caen los botones de las camisas que están limpias ?
¿ Por qué los botones de repuesto desaparecen en las noches en que hay eventos importantes ?
¿ Por qué cuando me tiro a descansar en mi sillón favorito, siempre me tengo que clavar el control remoto del televisor ?
¿ Por qué la camisa nueva, que usé una sola vez, ha sido manchada en el bolsillo por una birome, sin capuchón, y con la punta para abajo ?
Siempre por el suelo cuando nos duele la cintura, o quemándose al día siguiente de vencer la garantía, dispuestos a volar hacia nuestros ojos, o a clavarse en nuestras manos. Manos a las que los desagradecidos le deben su "vida".
Desagradecidos los machetes que tanto cuidamos de la herrumbre. Desagradecidos los autos que gastan más que nuestros hijos. Desagradecidos los teléfonos que solo funcionan para las malas noticias. Puertas que comen dedos, balcones clavadistas, árboles de navidad que electrocutan niños o producen incendios. Objetos con alma propia hecha en el mismísimo infierno, yo los maldigo a todos, por traidores, por sádicos, y por homicidas.
Claudio Corniola
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Cuento 16
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ELLA, PEPEU, Y YO
La celebrada demolición del viejo mercado derivó en un pequeño y no previsto problema. Tuve que sospechar que no era por cariño que Pepeu, mi gato, comenzó a venir a dormir a mi dormitorio, pero, sólo lo advertí al segundo día: olor a gas. Llamé a un experto: "Esto no es olor a gas -dijo el gasista- es olor a orina de rata". ¡ Carajo, carajo, carajo, y mil veces carajo: odio a las ratas !
Ambos miramos a Pepeu como para que diera alguna explicación, pero, éste pegó media vuelta, levantó la cola, y se fue lentamente hacia la cocina con ligero gesto de desprecio hacia nosotros.
El gasista caminó por toda la casa hasta detenerse frente a la biblioteca y señalarme, triunfalmente, mordidas en los bordes superiores de los lomos de algunos libros.
La, o las, ratas entraban seguramente de noche por las banderolas de las ventanas abiertas, lo que me obligó a sellarlas con mosquiteros, pero, como el deterioro en los libros seguía, desafortunadamente, sellé a la casa con alguna intrusa adentro.
Desistí del veneno por la misma causa que de las ratoneras: la curiosidad de Pepeu. Así fue como llegué al intento de soborno: un plato de roquefort en el centro del estudio, después de que Pepeu se hubiera instalado en su rincón favorito de mi cama.
Esa fue la comprobación definitiva: medio queso había desaparecido, pero, como también aparecieron nuevos destrozos en mis libros, comprendí que las ratas preferían una dieta balanceada, entonces, compré un libro usado, lo froté con el queso y lo dejé como plato principal.
Lamentablemente mi rata prefería los clásicos, en especial los que tenían encuadernaciones caras. Tal similitud de gustos hacían de ella la rata indicada en el lugar indicado, y si de lugares hablo ¿ en dónde se escondía durante el día ?
Fue muy simple averiguarlo: puse un plato playo con tinta china en donde antes puse al libro saborizado con queso y, en el centro del plato, un pocillo de café lleno de queso. La tinta china es fácil de limpiar del piso y estaba dispuesto a pagar ese precio para deshacerme de ella.
La cantidad de huellas de rata que me ví obligado a limpiar la mañana siguiente eran incontables, o cientos de ratas caminan de noche por mi casa, o esta maldita rata sale a caminar, para hacer su digestión, entre mordisco y mordisco. Esta vez no sólo volvió a comer de mi biblioteca, sino que la manchó toda. Estampó sus asquerosas patas en todos los tapizados de la sala, trepó por las cortinas, y así encaramada dejó su firma hasta en el mismísimo cielorraso.
Declaré la guerra total: recluté a todos los gatos de la familia, tres valientes en total, tres despiadados que cagaron en donde quisieron, tres sicarios a los que cometí el error de alimentar por dos días, pero que al tercero [primero de ayuno], y a las dos de la mañana, me despertaron con sus corridas. Quise salir del dormitorio para verlo con mis propios ojos, pero, cuando abrí la puerta entró ella, y hoy me pregunto si no estaría buscando mi protección.
Los tres asesinos a sueldo llegaron de inmediato para arrinconarla bajo la lámpara de lectura [Pepeu sólo miraba]: el lomo de la rata contra la pared, las manos en alto, gritando desafiante al abanico de gatos, tal como lo haría un hombre acorralado.
No pude permitír que se la comieran. Alejé a los gatos cuando la sangre que salía de su cuello indicaba ya una muerte segura.
Claudio Corniola
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Cuento 17
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UN CUENTO PARA ANUBIS
Entró a su casa como un autómata: colgó su saco, tiró su maletín, revoleó los zapatos, y fue hasta su sillón favorito que... estaba ocupado.
- Hola, [le dijo una poderosa y grave voz estereofónica, cuadrafónica, o polifónica, porque parecía venir de todos lados] te estaba esperando: soy la muerte.
- ¿ La muerte... hoy, a los 50 años ?, ¡ no es justo, estoy en la mitad de la vida !
- No, estás en el final de la vida, pues sería la mitad si en tu destino dijese que debías vivir hasta los 100 años... si no hice mal la cuenta.
- No... perdón, ¿ como debo llamarlo: Señor "La muerte" ?... la cuenta está bien, lo que está mal es el momento ¿ 50 años ?
- Está escrito, y podés llamarme como quieras: los antiguos egipcios me llamaban "Anubis" que es un nombre propio, y no un sustantivo como "muerte".
- Bueno Señor Anubis... [es interrumpido].
- ¡ Nooo !... ningún "señor", sino "Dios": Anubis, Dios de los muertos.
- Entiendo, entiendo... Ohh Anubis, Dios de los muertos, como fue en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos en tu reino, donde sólo tu tienes el poder, ohh grande, ohh genio, ohh ídolo... ejerce sobre este pobre miserable tu real derecho de admisión, y no sé... ¿ no podría volver dentro de unos 30 años tal vez ?
- ¿ Y a cambio de qué voy a tener que arrancar una hoja del libro del destino... debes saber que no me interesan las riquezas ?
- ¿ Ha leído "Las mil y una noches" ?, bueno, parecido: yo le escribo un cuento, y si le gusta, me da lo que le parezca correcto entre 30 y 50 años más de vida, según qué tanto le haya gustado.
- Bueno, pero que sea un cuento corto, que no hayan humanos porque me irritan, de hecho no tendría este trabajo si no me irritasen tanto, y tomá nota: me gustan esos cuentos que producen un shock de entrada y conducen a un final dramático que el escritor consigue torcer sorpresivamente sobre el final. Te doy 24 horas... y no intentes escapar, o vas a tener una muerte peor.
- Bien, tenemos un trato... y perdón, pero con lo mucho que me cuido, ¿ de qué me estaba por morir ?
- Un ACV, que es lo que ahora estoy haciendo más. Porque lo que acabás de decir es muy cierto: la gente hoy se cuida mucho y me está creando algunos problemas, sin contar con la medicina y los médicos, porque yo hago un buen trabajo, y estos tipos vienen con drogas nuevas y sus aparatos, ¡ y me resucitan a los muertos... malditos !
- Bueno, 24 horas.
- Y algo más: yo soy un Dios y no hago acuerdos con los mortales, si quiero te mato en la mitad del cuento [y sin despedirse se evaporó, dejando el sillón vacío y, en el aire, unas densas volutas de humo violeta].
¡ Mierda, 24 horas !... ¿ y ahora qué le escribo a este psicópata, sociópata, asesino, genocida, exterminador, la muerte con nombre propio ? ¡ estoy en el horno... con papas !
Calma, analicemos: lo último que escribí fue "Composición tema: La vaca" en la escuela primaria, entonces, voy a tener que plagiar... espero que no lo note.
El cuento:
El Dios de la Muerte es el más importante después del Dios Creador, el que era el principio y de la noche hizo luz: Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina: no es eterna la vida. Detrás de las paredes que ayer se han levantado para honrar a los dioses, están enterrados los restos de los constructores para que no revelen sus secretos, pero, los secretos de la muerte han sido revelados. Buena suerte y más que suerte, den la alarma, porque lo descubrimos: hubo una traición entre los dioses.
El creador amaneció con los puños bien cerrados y la rabia encendida, llamó al veloz mensajero alado de los dioses a los gritos:
- ¡ Quiero aquí a todos los dioses ya mismo hoy, antes del final, si es necesario serás mi arrancacorazones: será mejor que vengan pronto y que les guste !
¡ Mensajero !: Si estoy cansado de gritarte, es que sólo quiero despertarte. Abrí los ojos de una vez que estamos a oscuras, que no te importe ni la vida ni la muerte, ni la buena o mala suerte, pero... la traición se paga. Si la ignorancia es un perro fiel, cada minuto que perdés, es un ladrillo en la pared. Debemos saber hoy mismo quién fue el traidor. Sigue tu camino sin mirar atrás.
- Maestro, no es preciso mentir lo negro que hay en tus pensamientos, no llores por las heridas que no paran de sangrar: la traición será castigada.
Todos concurrieron sin hablar y la ceremonia transcurría de presentación en presentación: ha arribado el Dios de las tormentas, ha arribado la Diosa del amor, y con cada arribo el miedo crecía.
Alguien se quiere ir, alguien quiere volver, alguien está atrapado en el medio de un recuerdo: - Tal vez fui yo, dijo sintiéndose culpable la Diosa de las Ciencias. - Tal vez fui yo, dijo dudando la Diosa de la Curiosidad.
Sólo cuando hubo cuorum, bajó al recinto del Panteón el Dios de la Muerte, que con fuego en su mirada, y un poco de insatisfacción, haciendo tronar su voz dijo: - Estoy muy solo y triste allá en el infra-mundo traicionado, pues si no puedo matar, entonces aquí está mi cuerpo muerto al fin, que es lo que sus mentes esperaban de mí. Su envidia puede olerse y los delata. Todos celebrarían obscenamente "la muerte de la muerte": todos ustedes debeis ser castigados.
No quedaba nadie sin llorar cuando llegó el Dios de la Guerra y dijo:
- No olviden la vieja historia de Caín y Abel, venid conmigo Diosas de la Ciencia y de la Salud, porque juntos les vamos a enseñar a los hombres una nueva forma de matar, dejando que ellos mismos hagan el trabajo del maestro Anubis.
Vino entonces la guerra,
el ángel de la soledad y de la desolación,
con un susurro muy especial dijo:
"Hubo pueblos y países, y hubo hombres con memoria,
y aquí estoy de vuelta,
hoy es el día perfecto, todos hablan de eso,
he venido, andando las calles ajenas, de hombres que al fin me dan pena, vencedores vencidos,
que muriéndose caen sobre mí ¡ garantizado !,
mientras campanas en la noche me saludan,
una noche de cristal que se hace añicos:
Soy la guerra biológica, con los nuevos jinetes del Apocalipsis.
Puedo estar en el aire, entre las piedras y en el palmar,
o ahí donde dobla el viento y se cruzan los atajos,
o estar entre la arena y sobre el viento que agita el mar,
destrozando las fronteras sin darme cuenta quizás.
Yo soy la tuberculosis multirresistente, soy el SIDA, soy el Ebola, y soy algo nuevo y peor que aún desconoces, pero, que ya llevas meses incubando:
te tocó el tiempo que te ha tocado,
y vas corriendo a la deriva,
esta vez el dolor no va a terminar.
Creo que a pesar de tanta melancolía, tanta pena y tanta herida... sólo se trata de morir,
como tanta otra tristeza a la que te acostumbrás,
sin que llegue la inyección a tiempo, antes que se te pudra el corazón.
Aquí estoy mi amor, he vencido.
Ríete al fin, que llorar trae tanto frío,
sabes que no puedo volver atrás,
y esto es sólo una canción, sólo una canción de despedida".
[Posdata: Parece que Anubis quedó contento con este "final feliz"... o no hubiese podido escribir esta posdata].
Claudio Corniola
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Cuento 18
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LA NIÑA PERDIDA
El pueblo había cambiado mucho en ocho años, que es más o menos el tiempo que lleva hacer una carrera universitaria en el exterior, casarse, y divorciarse. Su mejor amigo lo había pasado a buscar al aeropuerto un día antes del día que le había comunicado a su familia para su regreso, para ahorrarse el dramón de la recepción, mezclado con los problemas del translado, y con que hay que tener los cinco sentidos atentos si uno no quiere que los depredadores que nunca faltan le birlen algo del equipaje.
El camino desde el paraje desolado y desagradable en el que estaba el aeropuerto había cambiado gracias a la soja: ahora todo era verde y prolijo como en una postal.
- ¡ Qué raro !, acabo de ver a una niña caminando en sentido contrario sola en medio del campo.
- ¡ Otro más !... ¿ rubia, vestidito blanco ?... bueno, acabás de ver a "la niña perdida".
- ¡ Bueno bestia peluda, pegá la vuelta y la llevamos hasta la policía del aeropuerto !
- Como quierasss... ¡ rescatemos a la niña !
- ¿ Y por qué ese tonito de: "estás por meter la pata y voy a dejar que te embarres solo" ?
- Ya vas a ver.
Pero no vieron a nadie: La niña no estaba por ningún lado. Apenas un par de árboles en donde esconderse y, a ambos lados de la ruta, campos sembrados y alambrados.
- Bueno, te lo voy a explicar: Nadie sabe quién o qué es. Muchos la han visto, pero nadie la vió dos veces, ni tampoco le pudieron ver bien su cara, y la visión ha sido siempre por unos pocos segundos porque siempre hay un auto que se cruza, o ella pasa detrás de un árbol, o como vos acabás de hacer cuando para avisarme me miraste, en vez de seguir mirándola a ella: si la perdés un segundo de vista, no la volvés a ver más. Yo pensaba que era uno de esos mitos populares en los que todos se enganchan y dicen verla, pero, en realidad mienten y lo hacen sólo para ser el centro de atención de alguna charla en una noche aburrida, generalmente rematando el relato con algo como: "Cada vez que alguien la ve, muere una persona en esa familia". Incluso, si mal no recuerdo, al comienzo de estas historias se trataba de un niño y después cambiaron por la niña, coincidiendo con la desaparición de una niña de una granja a unos pocos kilómetros de aquí, pero... vos te acabás de bajar de un avión, ¡ carajo: voy a tener que inventar una nueva teoría !
- Es triste pero en todos los pueblos hay uno o dos casos de niños desaparecidos, y la gente se obsesiona tanto por encontrarlos, que imaginan verlos hasta en lugares muy distantes al mismo tiempo. Lo raro aquí es ver a una niña que aparece y desaparece... raro que la noticia no haya llegado a los medios o a Internet.
Lo que siguió fue una semana llena de abrazos, llantos, regalos, asados, "fulbitos", selfies, visitas e invitaciones varias, hasta finalmente ir a ver a una prima segunda que trabaja en una inmobiliaria y que lo llevaría a visitar casas en el nuevo barrio privado edificado junto a la laguna, para el medio centenar de familias que viven como reyes gracias a la soja.
Se encontraron con puntualidad en el sector de juegos de la remodelada e irreconocible plaza ubicada frente a la inmobiliaria, donde jugaban sus dos casi sobrinos nacidos cuando él no estaba, mismos que les fueron presentados pero que estaban más exitados por poder ir a visitar la laguna, que por conocer al tío "de Boston". Los mayores, que habían tenido una aventurita de adolescentes, se sentaron a charlar de bueyes perdidos, mientras los chicos volvían a los juegos, cuando de repente pasó algo extraño: En una plaza llena de chicos, todos hicieron silencio al mismo tiempo.
Las madres tienen el oído entrenado para detectar problemas cuando sus hijos hacen silencio, por lo que mientras ella buscaba estirando el cuello para ver a sus hijos, él miraba extrañado hacia el cielo porque lo que le había llamado la atención fue que hayan enmudecido los pájaros.
Cuando bajó su mirada, aún sin tener alguna explicación, vió que todos miraban en la misma dirección hacia el centro de la plaza por su calle interna principal, entonces ella dijo: "¡ mierda... la niña perdida !".
La niña perdida estaba allí en el medio de la plaza a la vista de treinta o cuarenta personas excepto por él, porque un jóven de unos veinte años, rápido de reflejos, había abandonado el partido de fútbol que jugaba con unos niños y ahora corría en dirección a la niña tapándosela, y cuando estuvo lo suficientemente cerca como para tapársela a todos, tropezó, cayó, y se hizo un feo corte en el mentón, por lo que hubo que llevarlo sangrando y noqueado a que le den un par de puntos de sutura... y la niña perdida se había vuelto a perder de la vista de los que la miraban.
Lo que cuentan coincidentemente el enfermero y los dos médicos que hablaron con él en la sala de espera de la guardia, es que estaba demasiado aturdido y perdido como para ser producto del golpe cortante en el mentón, pero, como el sangrado no era mortal, sólo lo acompañó un enfermero hasta el baño para que se limpie y se tape presionando la herida con unas gasas hasta que le llegase el turno de atención, pero, como suele pasar en las guardias, se les perdió el paciente, y cuando le llegó el turno, el joven se había marchado sin que nadie lo hubiese notado. Es desde esa tarde que la gente suele ver deambulando por las calles del pueblo a la aparición fantasmagórica de un muchacho perdido sangrante.
Claudio Corniola
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