Las empresas son de U.S.A. Ellas se llevan el oro y nos dejan el cianuro filtrándose hacia
las napas subterráneas, o directamente volcado en los ríos.
Si lo que se llevan es plata, nos dejan arsénico.
Si los habitantes de la región votan por no instalar las minas,
las empresas recurren a los políticos y a la patota sindical local.
Una ley menemista prohibe al Estado la minería
reservándola para la actividad privada.
Estas empresas privadas sólo pagarán un canon máximo
del 3% del valor del metal extraído en boca de mina [muy inferior
al valor de mercado].
Una estimación baja apuesta a los 2.000 millones de dólares
en una década, lo que le dejaría al Estado sólo 60
millones, la contaminación, los enfermos, y los ecosistemas
destruídos, para que una empresa lucre, y el gobierno de una
superpotencia vuelva a enterrar el oro en una mega bodega blindada más
cara que todo el pueblo de Esquel.
Una ley de Chubut para favorecer a la minería [¿ por qué
no favorecer a la gente ?] baja el canon al 2%, o sea 40 millones en vez
de 60 de un plumazo.
Otra ley nacional, esta vez para favorecer a los puertos patagónicos,
reintegra un 5% del valor exportado [ahora sí a precio internacional]
lo que en números quiere decir que por 2.000 millones de dólares
exportados 100 millones de dólares de nuestros impuestos irán
a los bolsillos de las mineras, cuando podrían ir a los sueldos de los
docentes.
Ni es broma, ni 100 pasó a ser menos que 60, y lo que ocurre es que los 60 millones los cobra la
provincia, y los 100 los paga el Estado nacional cuya función para los políticos progresistas es
hacer "políticas activas" gracias a que quienes los votamos no sabemos
que nos las harán pagar a nosotros.
Esta incongruencia hizo nacer de la nada a la mafia del oro [por los reintegros],
como también favoreció el auge de las exportaciones del cobre
que Argentina no produce: Sí, hoy estamos exportando el cobre robado
de las líneas de teléfono, los cables de alta tensión de los
trenes eléctricos, y también todas las placas recordatorias
de bronce y los picaportes de la ciudad de Buenos Aires que los cartoneros pudieron
"recolectar" [y los políticos propiciatorios no se dieron cuenta].
Propongo otra ley nacional plebiscitada que declare como "metales no útiles ni para la salud, ni
para la industria" al oro y a la plata, para así dejarlos en paz bajo tierra, enterrando de paso a una milenaria imbecilidad
humana que si bien ha generado algunos puestos de trabajo, se ha llevado muchas más vidas en delitos, guerras, y colonizaciones.
Finalmente, con el oro ya extraído y atesorado por los argentinos, cada provincia debería tener el derecho de comprarlo en el mercado para acuñar monedas.