Nuestras defensas no reaccionan contra ningún tipo de cáncer porque sirven contra invasores externos,
pero, un tumor canceroso está hecho con nuestras propias células, pero que se volvieron locas.
Si bien descubiertos en sus primeras etapas la mayoría pueden ser extirpados exitosamente, algunos tipos deben ser atacados
con quimioterapia que no siempre es efectiva, y se necesitan mejores presupuestos para la investigación y desarrollo de
drogas más efectivas, y estos fondos están disponibles en la muy superavitaria industria de los cosméticos, con
un premio nada despreciable para este tipo de investigaciones.
El cáncer es hoy el enemigo número uno de la ciencia
y lo es gracias a tres peculiaridades:
Aunque hayan elementos cancerígenos externos como el humo del
cigarrillo, el cáncer es un enemigo interno que ataca a traición.
El cáncer son células del propio cuerpo que se vuelven
egoístas y se alimentan y multiplican sin control. Por lo tanto
al atacar al cáncer se atacará inevitablemente a las
células sanas que son sus primas hermanas.
Las células que se vuelven cancerosas interrumpen su función
original, y como todas las células del cuerpo menos las adiposas
están trabajando en algo importante para el conjunto, éste
por lo tanto se debilita y se vuelve más fácil de ser atacado
por las miles de células que se desprenden del tumor hacia el
torrente sanguineo con la capacidad de generar metástasis.
La célula cancerosa pierde su capacidad para trabajar pero adquiere
una asombrosa: se vuelve inmortal.
Todas las células normales en cultivo se subdividen unas 50 veces
perdiendo gradualmente la diferenciación que les permite especializarse
para hacer algún tipo de trabajo por ejemplo las células
hepáticas, musculares, nerviosas, etc., no mueren sino que se subdividen
en dos células hijas nuevas, pero no tan nuevas, por lo que cada vez
realizan su trabajo más deficientemente, hasta que pierden la capacidad de
hacerlo e incluso pierden la de subdividirse y mueren de viejas.
En cambio, el cáncer no tiene límite de subdivisiones,
e incluso parece perfeccionarlas volviéndose más feroz.
Estas peculiaridades podrán ser verificadas por todos los
laboratorios de cosmética femenina con cualquier oncólogo
para después dedicar el 0,5% de sus ganancias a la investigación,
pues atrás de la destrucción de la célula cancerosa está
el conocimiento para hacer inmortales a las células de la piel que tanto
obsesionan a las cosméticas.
Mi obsesión es encontrarle al cáncer un digno oponente
celular modificando alguna variedad de lepra, una enfermedad de la piel
que hoy es curable, para que pueda ser inyectada en el centro de los tumores
aprovechando su particular modo de ataque consistente en impedir la
reproducción de las epiteliales del cuerpo que ataca.
Así, un cáncer enfermado intencionalmente con lepra
[o un producto que imite a la lepra] ya
no crecerá ni será inmortal, sino que envejecerá y morirá de viejo
para sin problemas ser fagocitado célula por célula por los macrófagos
que nos impian de los desechos de las células dañadas, y bacterias neutralizadas por
los glóbulos blancos.